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sábado, 1 de diciembre de 2012

La Señora Miniber



 La Señora Miniber es el nombre del rosal que había junto a la portilla pequeña del chalet. Y las rosas “Arde París”, que cubrían todo el enrejado de la parte de delante de la cerca.
En el parterre, yo hacía semilleros, y los trasplantaba: Minutisas, caléndulas…
Imitaba a Baltasar que también los hacía: de perejil.
Y plantaba dalias, y hortensias detrás del boj.
Papá siempre tenía un libro en las manos. Lo forraba con unas tapas verdes de piel de Rusia que incluían señalador, y valían para todos los libros. Se ponía su batín marrón con su cinturón de cordón y borlas en marrón y beis, las zapatillas…, y a su sillón orejero.
Ahora lo tiene Mercedes Sáez de Buroaga en La Casona, porque mi madre es de mucho regalar.
El último libro que leyó mi padre fue “El caballo de Troya 1”.
Lo tenía escondido. Me llamaba llorando para leerme un párrafo donde el autor se inventa lo que hicieron a Jesús los Romanos.
El último que me regaló a mí fue “La muralla”, es una obra de teatro muy fuerte.
Al protagonista en el lecho de muerte no le dejan confesarse su mujer y su hija, por no perder el estatus social en el que vivían.
Dos lecturas me emocionaron a los doce o trece años:
1.- La conversación del general Moscardó con su hijo. Lloré. Y...
2 - Maese Pérez, el organista en el momento que aquella Nochebuena vuelve a sonar el órgano. También me emocioné.
3.- Las rimas y Leyendas de G. A. Becquer, que mamá se lo sabe de memoria y tiene en un atril en su habitación.
4.- El ruiseñor y la rosa.
5.- Los cuentos de Andersen.
Alguno que otro ha ido saliendo a lo largo de la vida, y del libro:
6.-Momo
7.-La historia interminable. De M. Hende. Este no lo leí entonces, pero es buenísimo.
8.-Veva de Carmen Kurtz.
11.-Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach.
12.-Ilusiones. También de él.
Está un poco confundido en el tema de la libertad. Se cree que es absoluta. Y, no. La libertad nuestra es relativa. Todos estamos condicionados por algo: El amor a los padres. Las ganas de saber inglés, y no se nos da. Ya hablaremos de la libertad: porque la hay interna y externa. Te lo explicaré en la Segunda parte.
De muchos han salido luego películas, pero: ¡Nada que ver!
Siempre es mejor el libro. Con alguna excepción. “Raiman” por ejemplo. De todas formas hay que leer.
Variadito.
Aprovechar los clásicos que nos mandan leer en el Colegio.
Yo no lo hice y después me pesó.
En la sabia mezcla está la calidad. Leer es asegurarse espacios de silencio.
Es defensa de nuestra intimidad, y es tener un cierto nivel de instrucción lingüística e histórica.
Eso es leer en sentido auténtico.
Los autores clásicos ofrecen por lo general, casi todas las respuestas a la mayoría de nuestras inquietudes vitales.
Son una riqueza para quien los ha leído y ha amado.
Supieron condensar mejor que nadie los matices de la sabiduría.
Ofrecen un catálogo detallado de todas las emociones humanas, con pasión, entretenimiento, dramatismo e incluso humor.
Y ¡por supuesto! Lee también novelas contemporáneas.
Todos ellos nos van a ayudar a entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
Bonito final ¿No?
Entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.