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lunes, 30 de julio de 2012

Para trabajar, sobre todo para trabajar bien hay que prepararse

 Yo estudié hasta segundo de bachicherato en el Colegio de los Sagrados Corazones de Torrelavega mediopensionista, y luego Magisterio interna en Cóbreces.
A los 18 años empecé a trabajar como maestra en mi propia casa, llegando a tener 40 niños de todas las clases sociales, incluidos los de caseríos.
En 1967 fundé en Oviedo el Colegio Peñaubiña para niñas, ocupándome de las más pequeñas.
En 1968 fuí contratada en Las Acacias de Vigo, y me encargué de lo que entonces se llamaba 4º de Primaria.
Al año siguiente 1969 me trasladé a Madrid donde estuve otra vez con los niños y niñas más pequeños de Montealto.
Tuve la suerte de poder diseñar junto con el equipo educativo la nueva sede en Mirasierra, que entonces era un desierto.
El 1970 me ofrecen la dirección del Roca, un club de bachilleres en el Viso que transformé en centro de actividades extraescolares.
Marcho en 1976 a Valencia y me enrolo en el equipo educador de Guadalaviar, dando clases de Literatura, religión y pretecnología de 3º de EGB, a IIº de bachiller. Monto una biblioteca. Coordino las actividades de madres y escribo 8 libros de Pretecnología y dos de EATP. Dedico los veranos a hacer cursos de actualización. Tengo 22 títulos de actualizaciones colgados en mi despacho.
En 1991 me retiro; vuelvo a mi tierra al quedarse viuda mi madre, y tengo tiempo para escribir mis memorias.
Después de jubilarme empecé a pintar, y colgué mis obras en Internet, siendo visitada por 1.497 personas a las tres semanas. Hoy son más de 23.000 las visitas a la exposición virtual que tengo en Artelista. ¡Esto de Internet..., es un misterio! Pero la vida..., ¿qué me decís?

domingo, 29 de julio de 2012

El viaje de novios de mis padres



Isabelita Hormaechea con mamá en Bilbao, 1943. En el viaje de novios.

Empezó con la despedida de todos desde el mirador. Llevaron 5.000 pesetas. Todo fue en tren; sin clases, sólo había tercera, y, carbonilla.
Papá no tenía coche. Ni los había. Ni fabricantes.
Llegaron a Bilbao. Lo primero a arreglarse, entonces era así, llegabas de pena.
Isabelita Hormaechea les invitó al teatro. Mamá dice que no estuvo atenta a nada, que se aburrió como una ostra. Nunca le gustó. Ni el cine tampoco, porque luego mi padre comentaba ¡y había que pensar! –dice-.
Isabelita llegó con sombrero. En el teatro se lo hicieron quitar.
Se quedaron en el Hotel Carton.
En Barcelona pasaron quince días. Montserrat..., cine, teatro, compras, y, comidas...
Mi padre era buen comedor, no de cantidades. Sibarita.
Había conocido durante la Guerra a un fabricante de puntas catalán. Se pusieron en contacto e hicieron los dos dinerillos1.
En aquellos años las puntas se necesitaban más que las joyas. Por eso yo veía todo el mostrador de la tienda por dentro lleno de cajones con puntas de todos los tamaños y calibres.
La tienda la barrían con una mezcla de serrín y gasolina o no sé qué, para no levantar polvo. Solía hacerlo Enrique. Que leal, ¡qué buena persona! Marcaba todos los artículos con una letra preciosa.
Cuando íbamos a la tienda me dejaban jugar con una vajilla en miniatura que Enrique, el encargado2, bajaba de un altillo, con una casa típica montañesa que se desarmaba. Luego lo volvían a guardar, y, no me lo regalaron nunca.
A lo mejor por eso me hacían tanta ilusión.
Se vinieron a vivir a Torrelavega.
En 1945 ya éramos una familia.

Don Máximo Fernández-Cavada, Conde de las Bárcenas, era Ingeniero. El que más compraba y construía entonces. Vivía en un Palacio, con estanque y cisnes.
Las muchachas se llamaban Herminia y Manolita, mi hermano Ignacio vivió en el piso que les dejó al morir don Máximo, por indicación de papá. Estudiaba Comercio en Santander. No sé yo que tal le vino. Sí, bien. Si te tratan como a un señor, te obligas a portarte como tal. ¿O, no?

Fueron un ejemplo vivo de que a veces el servicio, era más señor que los señores. Y cómo sabían estar en su sitio. Qué no es nada fácil. ¡Ni lo digo por ellas! Lo digo por todos.
Me dejaban las muñecas de sus señoritas, que eran de porcelana.

Mamá en Somo, playa frente a la bahía de Santander
Mientras yo llegaba, papá y mamá disfrutaban de las sobrinas: Aurorín, que les llevó las arras, y Churi. Tendrían 6 y 4 años. ¡Cómo las quisieron! Iban a Somo. Al campo. Hacían excursiones. Las quisieron mucho, mucho.
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Notas
1 Nunca lo supe. Me lo acaba de contar mamá.
2 Merece un libro aparte: Otro ¡lealazo!

La boda de mis padres



El día 7 de abril de 1943 se casaron en la Parroquia de la Consolación de Santander.
Abuelita no dejó que mamá se casara de blanco, dijo que eso era para ricos. Pues de negro: Estaba preciosa. Con aquellas facciones tan finas1.
En aquella época mucha gente también decía que se había casado de viaje y así no hacían, ni boda, ni trajes, ni ningún gasto, porque no se podía.

Era plena postguerra en España. Cuentan que casi fue peor que la guerra.
En Europa la 2ª Mundial.
Alemania invadió la URSS en julio de 1941. Luego vino lo de Pearl Harbor. Lo habéis visto en películas, pero, ¡ojo!, Fue.
Muchos matrimonios dieron hasta las alianzas para el Tesoro Nacional. El oro que teníamos en España lo habían llevado a Rusia para pagar el armamento que nos vendió.
El ramo de novia se lo regaló su amiga Angelines de Entresotos, -la niña- que era una fineza.
Angelines si se compraba un jersey, le compraba otro a mamá, y, luego la abuelita, -que siempre pessaba mal-, “Se cree el ladrón que todos son de su condición”, nos enseñó María..., ¡o lo aprendí yo sola, luego!, ¡es igual!, la humillaba haciéndoselo devolver:
-¡Qué sabe Dios quien se lo había regalado y porqué! ¡Pobre mamá, ella no fue así conmigo!

El 28 de febrero murió a los 54 años su Majestad Don Alfonso XIII en El Gran Hotel de Roma. Al notar que le llegaba la hora dijo al Padre Ulpiano, Jesuita:
- Padre, esto se acaba. Deme la Extremaunción.
Y después:
-“¡España, Dios mío!”.
Fue enterrado en Roma y junto a su cuerpo un saquito con tierra de todas las Provincias Españolas. En 1980 sus restos se trasladaron al Panteón de los Reyes del Escorial. Supongo que lo habréis visto, porque es una preciosidad.

Angelines de Entresotos, “la niña” vestía, y sobre todo andaba, muy bien, ¡otra que nació así!
Angelines vivía con su hermano Toche en un chalet fabuloso, al lado del “nidito de amor” de tía Juanina y Fernando; en la Calleja de Arna.
Ahí conocieron papá y mamá a los Cuevas. La amistad duró siempre.
Al morir el tío2 Fernando Alonso-Cuevas, y el marido de Angelines, Joaquín Díaz Mier, Práctico del puerto, tía Juany se vino a vivir con ella -que tuvo ocho hijos-, a Requejada. Allí sigue. Tiene 97 años. La he visto y guardo una foto de las dos. Está estupenda.

En fin... A la boda fueron:

Tío Pepe, que fue el padrino. Llegó tarde por ingresar un dinero. Mamá, llegó puntual3,-como siempre-, y mientras esperaba hubo dos funerales.
La tía Aurora, tía Juany, Madre, los tíos Uco y Pedro, Angelines, Toche, y Chucha Mazas; Finuca, de la Mina, -era de aquellos catorce hermanos que llamaba primos Los Mazas-. Y la abuela Visi.
Madre preparó el banquete para todos en casa.
Toche, tras una desilusión amorosa se fue a cuidar leprosos.
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Notas
1Hoy la he dicho 27-09-03 la he dicho:
-¡Que guapa eras! Mirando una foto de su boda que he puesto en el cuarto de estar.
- ¡Y eres!:
- Fui.
- ¿Te vestirías otra vez de novia? -lo tiene todo, el tocado, el jazmín...
- No. Lo pasado, pasado está.
Y se ha ido a ver un programa de cotilleo. Somos muy distintas, aunque en fotos antiguas nos confunden, no nos parecemos.
No tengo ni una arruga: Es la cara de mi padre. Tampoco tengo su raza.
2 No eran familia pero era frecuente llamar tíos a los muy amigos. Un modo de crear lazos.
3 La puntualidad, es virtud de reyes, que decía siempre Ana Sanahuya.

sábado, 28 de julio de 2012

EL noviazgo de mis padres, 1941


El Minerva de mi abuelo en 1924, el chófer se llamaba Abel Bolado, y era de Portugalete

En medio siglo, y, más del XX, casi todos los puntos de referencia que a veces usamos pertenecen a una civilización que ya no existe: "En el sentido de las agujas de un reloj”, decíamos para explicar, a la derecha. Y ya no existen esos relojes, sino los digitales. A los que han nacido como Patricia en 1991, por ejemplo, o mis otros sobrinos: Sara, 24 años, Nacho, 22 años, Álvaro, 17 años, -cuando escribo ésto-, les faltan puntos de referencia.

Referentes

Los referentes son importantes, porque te orientan en el espacio y en el tiempo. Ahí van. Yo os cuento los hechos, pensad vosotros los por qués.

Cómo se conocieron mis padres
Un día de 1941 conoce mamá a papá, en el tren, mientras viajaban de Santander a Torrelavega. Digo viajaban, porque se tardaba una hora. Hoy, en coche, veinte minutos. En tren, media hora escasa. Los mozos de un almacén de frutas del que la abuela era socia, le habían llenado el departamento de cajas para sus primos de Reocín. Les llamaban así, pero eran amigos.
Llegó papá:
-¿Estos sitios están todos ocupados? Sí.
Y nosotros, ¿dónde nos vamos a sentar? Iba con su sobrino Rodrig, el niño precioso, hijo de su hermanastra Mª Teresa, y Rodrigo San Juan.
-No sé...
Cuando vino el revisor ya estaba papá contándoselo todo. Éste fue, el primer paso de lo que luego sería –siempre para defender sus derechos- la pedida del “Libro de reclamaciones”.
Las cajas acabaron en el furgón.
Ellos se sentaron, y al acabar casi el viaje, papá le dijo que la esperaba mañana en la puerta del Casino. Ella no dijo nada, pero pensó:

-“Espérame sentado”. Y desde luego, no fue.

Eso de que la abuela era socia de un almacen de frutas, que he dicho más adelante, fue‚ para mi gusto, el invento de los Bancos de Alimentos. Así que puedo decirlo:
Los Bancos de Alimentos los inventó mi abuela Visi. Iban ella, y, la madre de Chucha Maza, por las centrales de frutas, y, pedían que les dieran. La fruta, sin estar "pocha," estaba demasiado madura, o, con un golpe, en fin, poco presentable para la mesa, y, por tanto para la venta. Después‚ ellas la vendían a bajo precio, para macedonias...
Aún no os he contado el hambre que se pasó en España. En una ocasión un perro se llegó a comer un cinturón, de cuero dejando sólo la hebilla. Y la abuela tenía que sacar adelante a su familia, viuda, y en aquella época. Había que hacer larga cola para todo. La época era de escasez.
Un día mamá vino con el pan, pero se comió un currusco. La abuela la riñó, y, ella por miedo, dijo que se lo habían dado así. Se lo mandó devolver. Ella dijo lo mismo a la panadera. Le dio otro pan, pero le aclaró que se lo había dado entero. Le dio pena, porque debía conocer a la abuela Visi..., que ¡buena era!
Antes, -por lo que oigo-, la gente era muy buena. Mamá si que lo es.
En 1941 se quemó todo Santander. Ellos vivían en la calle de los Remedios. Tenían un piso con mansarda y la buhardilla.
Durante toda la Guerra Civil, la abuela fue muy valiente. Tenía alojados en su casa a milicianos. Y en la buhardilla dos sacerdotes. La mansarda la ocupaban sus hijos.

El incendio de 1941 en Santander

Eran las 22,30 del día 15 de Febrero de 1941, cuando el fuego empezó por un cortocircuito en el cine Coliseun, al lado de su casa. De noche, y, además soplando viento sur, ­como sopla en la bahía- que están las casas provistas de dos puertas, para salir por la de atrás precisamente esos días. Aparte de que la de delante ni se puede abrir de la fuerza con que empuja el "famoso sur". Aún hoy, dentro de las habitaciones, silba, que no te deja ni dormir, por la noche. He hecho unos rulos del tamaño de la puerta: Los llamo “caramelos”, para amortiguar un poco el silbido de nuestra casa de Santander.

En unas pocas horas 37 calles del centro de la ciudad quedaron arrasadas. Como consecuencia 400 edificios particulares quedaron destruidos. Desaparecieron unas 1.783 viviendas, y quedaron en la calle 10.000 personas, y otras 7.000 sin trabajo. Milagrosamente nadie murió, pero las pérdidas materiales sobrepasaron los 85 millones de pesetas -de entonces-.
La abuela Visi sacó lo que pudo de su casa, y, se puso a ayudar a los vecinos. Cuando volvió a por lo suyo, le habían robado todo.
Doña Elvira, les vendía la leche. Entonces era la dueña de “El Suizo”, (cafetería del Paseo Pereda en 1993 hace 10 años formamos el Grupo Promotor del Colegio Peñalabra, del que ya hablaremos), les acogió en su casa, de Carlos III.
En ella estuvieron, hasta que la abuela vino a vivir con mamá muchísimos años más tarde, tal vez en 1977. Aunque siempre estuvo yendo y viniendo, pero quedarse a vivir, fue entonces. Su casa la quitó el tío Pedro, y solo conservo un plato de su vajilla, de algún día que trajo algo de comer. A Doña Elvira la llamaban Madre, o máma.
Ese mismo año la Guardia Civil mató a “El Cariñoso” uno de los maquis más activos de la Provincia, en un portal de la calle Santa Lucía. Fue traicionado por uno de sus enlaces. El resto de la cuadrilla tenía su campo de actuación en Trasmiera, cerca de La Cavada.
El 14 de enero de 1942 fueron detenidos para comparecer en un consejo de guerra.

viernes, 27 de julio de 2012

Yo no soy Cristina Arteaga. ¿Dónde empieza esta historia?


Yo no soy Cristina Arteaga, ni “El hijo bastardo1 de Alfonso XIII ”... Pero cuando me presento en “mi ambiente” de los últimos 40 años me dicen:
-¿Blancamelia2?
-¿La famosa?3
Y, sí, desde finales de los 60, con este nombre...
-“Me hice famosa”.

Me pasan las mismas cosas que a todo el mundo.
Pero cuando las cuento, la gente se ríe. Por eso las escribo. Empecé a escribir el 20-X-99. A pensarlo desde septiembre de 1967 .

Mamá a sus ochenta y cuatro años es inimitable, irrepetible, fantástica, mundial, y con su filosofía de la vida..., su raza... nos produce anécdotas constantes muy divertidas.
-"Es una pena que todo esto se pierda, escríbelo”4.
Después, despacito, a ratucos. Como siempre, me he remontado “a los Romanos”. Pero dice Virna Lisi, en la película: “Donde el corazón te lleve,” de la novela (que no he leído) del mismo nombre de Susana Tamaro:
    -Para contar una historia, hay que empezar desde el principio.
    Contando cosas vividas, o, que han vivido algunas personas de mi familia, nos hemos reído mucho: Amigas, alumnas, familia. Pienso‚ que escrito también nos hará reír, y, ¡es tan importante reírse!
    En "Huelva, lejana y rosa" de Rafael Gómez-Pérez, relata su infancia: “la calle de las mujeres malas”, “las natillas en clase”, “el pan de los angelitos”..., luego lo agrupó junto a otros dos libros bajo el título: “Memorias del sur”.
    Me reí mucho. Muchísimo. En momentos que..., ¡me hacía una falta!..,
    También lo hice con “La rosa” de Cela: Cómo llega el pobre, todo “mareao”.
    O, más recientemente con « La infancia »» de Alfonso Ussía: « Íbamos a la playa por la mañana. Ir por la tarde era de pobres »..., me río porque no sólo en San Sebastián, en Santander también pasaba.

    Lo que ocurría más bien es que las horas de sol (antes de cambiarlas, ¡claro!) mejores, eran de 11 a 2. Luego la siesta. Después arreglarse para salir otra vez.
    -Ir por la tarde era de “boronos”, dice nuestro amigo Juan Verdejo Sitches.
    Ya sin sol, y por la noche, con algo de abrigo para protegernos de relente5.
Tengo cierto pudor para llamar a lo que he escrito: “Torrelavega, cercana y verde”. No sé,
¡lo del paletismo lo detesto!

Empecemos por: Mis recuerdos de niña, junto a la huerta de guisantes.
Después:
-Ya veremos. Decía siempre mi padre. Yo pensaba: “Dijo un ciego, y nunca vio”.
Abarca el periodo de mis choznos antes de 1838, a mi salida del Colegio en 1963.
El proyecto es seguir con una segunda parte:
Recuerdos de mi juventud: "Siempre es domingo", que abarque los años bárbaros: de 1963 a 1967. De mis 18 a mis 23.
Y, una tercera: "La horma de mi zapato", del año 1967 al 2000..., hasta lo que dé de sí...
Y todavía sigue...
El último proyecto quedará si tengo tiempo, para publicación póstuma.
Solo quise quererte”.
No lo veo lejano.
Diez años tal vez.
Heredé una enfermedad de mi padre…, pero, ¡Dios sabe más!

Cuando papá se puso enfermo, el 18 de noviembre de 1987, -con aquel ictus-, lunes, viajé quince veces, en trece meses, desde Valencia: Trece horas de tren, más autobús, para venir, y otras tantas para regresar. Pude pensar mucho.
¡¡¡ Pensar !!! Es una de las cosas que agradezco a Dios.
Me dio: tiempo para pensar.
El tiempo es precioso, el tiempo pasa.
El tiempo es una fase experimental de nuestra suerte definitiva. De él depende nuestra suerte futura y eterna. Si damos pruebas de fidelidad a los propios deberes. Decía Pablo VI.

En pleno final del siglo XX. Cuando a algunos nos entró: primero, la prisa, que parecemos los hombres grises de “Momo”, "las" prisas, que no solo: para nada son buenas, sino que su víctima es la ternura.
Y luego: el agotamiento.
Cuando dejé la Dirección de Promoción de los Colegios de “Fomento de Centros de Enseñanza” de Cantabria, 1995 llegó el regalo del ordenador de segunda mano de Torrevelo y Peñalabra.
Luego el de mi hermano Ignacio. Pensé que era un buen momento para aprender.
Ya tengo el tercero.
No se me da mal, y le he cogido el gusto.

Pensé también titular este tomo como: “LA FUERZA DE LA EDUCACIÓN”: Porque papá solía decir:
-(...) “Es cuestión de educación”...
Y mamá:
-“La educación, suple a la virtud”. “Con la educación se nace”. Ahora no nos vamos a poner a discutir, pues sí, pues no..., ellos lo decían.
Y por contrarrestar el título y el contenido de la película que no tuvo éxito ninguno. “La mala educación”, -de Almodovar-.
Lo de cristiana, lo pongo yo, porque lo así lo pienso:
-“El Cristianismo es la exquisitez”6. Y exquisita fue la que nosotras recibimos.

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1 Don Leandro de Borbón, ¡por fin en junio de 2003! Ruiz de Moragas. Setenta y cuatro años solicitando este título.
2 Para ser santa, porque con este nombre no hay ninguna. ¡Qué ingenua, creí que el camino sería algo más corto! Si mi abuela materna vivió cien.
3 Blanca Sánchez-Robles.
4 Cristina Gil Díaz-Usandizaga, mi médica competentísima de la Seguridad Social, en Palencia.
5 Humedad de las noches en este tibio clima.
6 Márian Amador. Médico. Humanista.

En el colegio: Bendición solemne con el Santísimo



En los Sagrados Corazones, todos los días teníamos bendición solemne con el Santísimo2 . La Capilla era preciosa, con dos filas de bancos, y en medio un pasillo de madera brillante, brillante, y colocada en diagonal. Daban la cera con una especie de pastilla amarrada al final de un palo. Cera virgen, hoy la he visto en una tienda.
Las Madres miraban a las niñas; de costado, casi de espaldas al altar, mientras rezábamos.
A mí el banco de la primera fila me llegaba por la nariz, pero sabíamos seguir la Misa en latín con un misal bilingüe3.
Como mamá no tira nada, no rompe nada y es tan cuidadosa, aún lo tengo en su casa. Es de piel de Rusia verde con mi nombre abajo, a la derecha, en letras doradas. El canto dorado, el papel Biblia.
El día de mi Primera Comunión, añadí a éste el Kempis. Era precioso y chiquitín, pero no lo comprendía. Bueno algo entendí:
-“Es fácil seguir al Señor hasta la Cena…, pero, ¿hasta la Resurrección?”
Nos sabíamos la Misa de memoria, desde: “Ad Deum qui laetificat iuventutem meam”… Al Dios que llena de alegría mi juventud. Hasta el: “Ite, Missa est”. Iros, la Misa ha terminado.

La adoración perpetúa

Siempre estaba el Santísimo Expuesto4, y dos Madres le hacían la Adoración, de rodillas con la cara entre las manos, y un largo manto rojo, rezaban. Esta escena la he tenido grabada toda mi vida, de una manera añorante y hasta determinante, -diría-. Cada hora o así, venían otras dos, y se turnaban, para no dejarle nunca sólo.
Salían al tiempo, haciendo la genuflexión con las dos rodillas, y la cabeza mirando al suelo. Encima del gorrito que se llamaba la toca, llevaban un velo de color crema como el hábito, pero más trasparente, y el manto rojo, que sólo era para eso.
La toca de la superiora era distinta, acababa con la forma de un flan pequeño.
Cuando nos la encontrábamos debíamos hacerle la Reverencia, que es cogerse la falda del uniforme con las dos manos, y echar un pié hacia atrás, sin arrastrarlo bajando la cabeza.
De las Bendiciones, con velo blanco de organdí, largo hasta los tobillos, y guantes también blancos, los días de fiesta, recuerdo las nubes de incienso que el monaguillo dejaba a derecha e izquierda del movimiento del cacharrito del incienso, (el incensario). Y las ganas de ir al gabinet.
Los monaguillos solían ser Rodolfo Pascual y Álvarito Sáiz Uría.
La Custodia parecía un sol, lleno de rayos, alrededor del Viril5.
El retablo era de pan de oro. De estilo Gótico. Separado de la pared por detrás. Por una escalerita, el Padre Tomás subía la Custodia.
El anciano Padre Tomás lo hacía todo muy recogido6, y sin darnos cuenta, le imitábamos.
____________________________
Notas
1 ¿Quién es el Santísimo?, -preguntó José-Carlos en la Mili-.
¡El Santísimo es el Papa, pero tú tranquilo que no lo vas a ver nunca!
Y su padre le había mandado para que ¡se hiciera un hombre en el Ejército!
3 Misal cotidiano del P. Alfonso Mª Gubianas. Monje de Monserrat. Editorial Litúrgica Española, S.A. Avenida de José Antonio. 581. Barcelona 1941. Aunque el mejor de todos fue “Mi Misalito”, tengo imágenes de todo: De los Mandamientos, cómo un puente, que se iba rompiendo y cayendo al agua... Cada arco era un mandamiento. En el 1º: pocos, en el 6º muchísimos... De la Santa Misa: Todos presentes, la Virgen, los Ángeles, todos los santos...
4 La Congregación fue fundada para adoración perpetua, en desagravio al Señor.
5 Donde se coloca la Sagrada Forma.
6 Quiere decir: Muy concentrado. Sabiendo que no era él el protagonista, sino Jesús. Que él, sólo le estaba prestando a Dios sus piernas sus brazos, su voz. Porque el sacerdote celebra “in persona Christi”.
Ahora que lo pienso, es que nosotras fuimos educadas por personas que tenían fe: Padres, monjas, profesores, capellanes..., ¡Tenían fe!, y no puedo escribir por qué lo digo, sería dejar mal a alguien, y está demasiado cerca del tiempo.

jueves, 26 de julio de 2012

Entonces venía hasta la Realeza





Y a mi padre le daba la risa, igual que con lo de "coquito mi amor"... Y nosotros, le imitábamos. Mamá, hacía que se molestaba, por tener una familia tan inculta...

Recuerdo muy bien que venían a veranear desde Madrid, ella y su padre: Don Manuel, todos le llamábamos tío Manolo, le encantaban los niños. Profesor Mercantil, con bigote y sombrero, cariñosísimo.

Nos enseñó a hacer pajaritas de papel mientras Luisita y mamá hablaban. Nos encantaba “mirar”, -porque, mamá decía que las cosas no se tocan-, el balancín de bronce de un reloj procedente de Cuba, en cuyos extremos se columpiaban dos negritos al dar la hora. Y esperar a ver el Cucó del otro reloj. Nuestra generación ha mirado mucho. Eso es bueno..., ya te lo explicaré.

Papá y mamá las llevaban a la playa a fiestas, a los espectáculos de la Plaza Porticada, que en aquella época era totalmente inusual.

Un día subía mamá acompañando a Doña María4 a casa:

-Oye Loli, ese que viene por ahí con pantalones vaqueros ¿Es mi hijo Juliuco?

-Yo creo que sí.

Cuando se iban a cruzar, sólo le dijo: sube a casa y cámbiate de pantalón.

Yo le recuerdo con pantalón corto. Aunque puede que, como papá a su edad, los llevara “golf”.

Mamá le parecía tan guapísima...

Sólo le dejaban ir al fútbol con papá. Y eso que entonces venía hasta la Realeza. Tengo una foto en la que están don Juan, don Gonzalo, y don Jaime, en un partido entre el Racing y la Gimnástica. De 1924

Se la mandé a su Alteza Real Don Juan-Carlos. Me contestó con una carta de agradecimiento de su parte.

Y es que:

-“Es de bien nacidos, ser agradecidos”, que decía María.

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4 Tenía tal corazón que más de una vez bajaba hasta la Panadería de Pilar, frente al colegio, y le decía:
Dame la ropa que te la tendemos en nuestra galería y en un momento se seca. Igual Don Julio: ese niño… ahora no puedo, pero a la vuelta paso a verle. No cobraba sus visitas médicas. Era además un gran pintor, le recuerdo con aquel lienzo enorme de “Cacería”, pinta que pinta. Ahora lo tiene Mariuca en su preciosa casa.

¿Permiso al gabinet?




Pasé a Medio, con la Madre Patrocinio

Me hicieron Ángel, la medalla pienso que era del Custodio. La cinta verde. Los pompones ya no eran redondos, sino como escobitas de lana verde. También se colgaban de la cintura con un cordón que ayudábamos a hacer a las Madres, en los recreos.
Cada vez había que portarse mejor.
Para salir al cuarto de baño, pedíamos:

-¿“Permiso al gabinet”?

Los niños también. Me recuerda Alejo Peña, que tenían que llevarse una rueda de madera con un agujero en el medio. ¡Más sucia! Ni queremos imaginarnos de qué.
Y cuando tocaba recreo salíamos en fila, en silencio, y, con el dedito sobre los labios para que no se nos escapase ninguna palabra antes de llegar al jardín, sólo en Párbulos.
Jugábamos al corro con la Madre, y a hacer albóndigas de tierra, solas, junto a la Virgen Blanca, del jardín, que tenía unas pocas piedras alrededor. La rodeaba un rosal de rosas amarillas, que con el clima templado de entonces, y la orientación, duraban todo el año.
Dicen que yo, algunos días no quería salir al recreo. Cuando me preguntaban:
-¿Por qué?, contestaba:
-¡Es que todas las mayorotas me soban!

Me cogían en brazos Menchu y Mariuca Salazar Irastorza2, -que entonces iba en una camilla de mimbre3, por su polio-, había mucha entonces...
Ahora ya tiene una silla eléctrica, que conduce estupendamente. Rosa Mª Díaz del Corral, Sarito, y toda aquella promoción, que tendrían 16 ó 17 años.

Mariuca salió del Colegio, en 1946. Pero, como era amiga de mamá, siempre nos tratamos. Y a su prima Luisita de León, que sabía tocar el arpa..., y que pronunciaba ¡“sándwich”!

¡De la Tierra Prometida!




Pasé a Elemental con la Madre Felicidad

Aquel año me hicieron Tarsicio. Llevaba impuesta una medalla de San Tarsicio. Grande como de tres centímetros, (menos centímetros, que ayer se la vi a mamá en el rosario.) (Lo dejamos en dos cm.) Representaba al Santo, muriendo apedreado por llevar la Sagrada Comunión a los presos. Nos colgada al cuello con un cordón de color Burdeos.

Tuvimos un libro precioso que se llamaba “Lecciones de cosas”. Lo mismo te enterabas de los primeros pobladores: los Iberos y los Celtas; que de cómo se fabricaba el papel.

También teníamos mapas de Historia Sagrada. Recuerdo uno que representaba el establecimiento del Pueblo de Israel en la Tierra Prometida. Se veía a dos hombres fornidos trasportando en un palo gordo, un racimo de uvas, “del tamaño de melones”. Así que, cuando sale un frutero con fruta no habitual no lo puedo evitar:

-¡De la Tierra Prometida!

martes, 24 de julio de 2012

Cosas del colegio y de casa

Blu va de la mano de una niña mayor, la primera de la izquierda


Pasé a Elemental con la Madre Felicidad

Aquel año me hicieron Tarsicio. Llevaba impuesta una medalla de San Tarsicio. Grande como de tres centímetros, (menos centímetros, que ayer se la vi a mamá en el rosario.) (Lo dejamos en dos cm.) Representaba al Santo, muriendo apedreado por llevar la Sagrada Comunión a los presos. Nos colgada al cuello con un cordón de color Burdeos.

Tuvimos un libro precioso que se llamaba “Lecciones de cosas”. Lo mismo te enterabas de los primeros pobladores: los Iberos y los Celtas; que de cómo se fabricaba el papel.

También teníamos mapas de Historia Sagrada. Recuerdo uno que representaba el establecimiento del Pueblo de Israel en la Tierra Prometida. Se veía a dos hombres fornidos trasportando en un palo gordo, un racimo de uvas, “del tamaño de melones”. Así que, cuando sale un frutero con fruta no habitual no lo puedo evitar:

-¡De la Tierra Prometida!

Pasé a Medio, con la Madre Patrocinio.

Me hicieron Ángel, la medalla pienso que era del Custodio. La cinta verde. Los pompones ya no eran redondos, sino como escobitas de lana verde. También se colgaban de la cintura con un cordón que ayudábamos a hacer a las Madres, en los recreos.
Cada vez había que portarse mejor.
Para salir al cuarto de baño, pedíamos:

-¿“Permiso al gabinet”?

Los niños también. Me recuerda Alejo Peña, que tenían que llevarse una rueda de madera con un agujero en el medio. ¡Más sucia! Ni queremos imaginarnos de qué.
Y cuando tocaba recreo salíamos en fila, en silencio, y, con el dedito sobre los labios para que no se nos escapase ninguna palabra antes de llegar al jardín, sólo en Párbulos.
Jugábamos al corro con la Madre, y a hacer albóndigas de tierra, solas, junto a la Virgen Blanca, del jardín, que tenía unas pocas piedras alrededor. La rodeaba un rosal de rosas amarillas, que con el clima templado de entonces, y la orientación, duraban todo el año.
Dicen que yo, algunos días no quería salir al recreo. Cuando me preguntaban:
-¿Por qué?, contestaba:
-¡Es que todas las mayorotas me soban!

Me cogían en brazos Menchu y Mariuca Salazar Irastorza2, -que entonces iba en una camilla de mimbre3, por su polio-, había mucha entonces...
Ahora ya tiene una silla eléctrica, que conduce estupendamente. Rosa Mª Díaz del Corral, Sarito, y toda aquella promoción, que tendrían 16 ó 17 años.

Mariuca salió del Colegio, en 1946. Pero, como era amiga de mamá, siempre nos tratamos. Y a su prima Luisita de León, que sabía tocar el arpa..., y que pronunciaba ¡“sándwich”!

"Coquito mi amor".

Y a mi padre le daba la risa, igual que con lo de "coquito mi amor"... Y nosotros, le imitábamos. Mamá, hacía que se molestaba, por tener una familia tan inculta...

Recuerdo muy bien que venían a veranear desde Madrid, ella y su padre: Don Manuel, todos le llamábamos tío Manolo, le encantaban los niños. Profesor Mercantil, con bigote y sombrero, cariñosísimo.

Nos enseñó a hacer pajaritas de papel mientras Luisita y mamá hablaban. Nos encantaba “mirar”, -porque, mamá decía que las cosas no se tocan-, el balancín de bronce de un reloj procedente de Cuba, en cuyos extremos se columpiaban dos negritos al dar la hora. Y esperar a ver el Cucó del otro reloj. Nuestra generación ha mirado mucho. Eso es bueno..., ya te lo explicaré.

Papá y mamá las llevaban a la playa a fiestas, a los espectáculos de la Plaza Porticada, que en aquella época era totalmente inusual.

Un día subía mamá acompañando a Doña María4 a casa:

-Oye Loli, ese que viene por ahí con pantalones vaqueros ¿Es mi hijo Juliuco?

-Yo creo que sí.

Cuando se iban a cruzar, sólo le dijo: sube a casa y cámbiate de pantalón.

Yo le recuerdo con pantalón corto. Aunque puede que, como papá a su edad, los llevara “golf”.

Mamá le parecía tan guapísima...

Sólo le dejaban ir al fútbol con papá. Y eso que entonces venía hasta la Realeza. Tengo una foto en la que están don Juan, don Gonzalo, y don Jaime, en un partido entre el Racing y la Gimnástica. De 1924

Se la mandé a su Alteza Real Don Juan-Carlos. Me contestó con una carta de agradecimiento de su parte.

Y es que:

-“Es de bien nacidos, ser agradecidos”, que decía María.


Reconozco a Mariasun Cotera, mi amiga y mi compañera de estatura, -porque siempre nos colocaban "por orden de estatura"-, así que yo nunca he visto nada a pesar de ir siempre la primera, pero me acostumbré a oír.

Y ahora:

¡Cuanto menos veo, miro mejor!

En la foto también reconozco María José Peña, Angelita Linares, Mª Dolores... La foto es del 1946.
Ni tan mal acordarme de alguien!

________________
2 Salía con mis padres al teatro, al cine, a la playa. Una vez se cayó, y quería volver a casa. Mamá le pregunto:
-¿Pero tú te has hecho daño?
- No.
- ¡Pues entonces, vámonos! Y se fueron. Llevaba unas muletas y unos hierros en las piernas – tipo Forrest Gamb-, y mamá nos aleccionaba en casa. No se le mira a las piernas. Tampoco podíamos mirar si había un accidente en la carretera. O, si se sospechaba que un señor estaba haciendo pis al pasar con el coche por los pueblos de Torrelavega a Santander. ¡Total, que no vimos nada!
A mí me ha servido mucho en mí vida interior. Ya venía entrenada para guardar la vista “cuando hay que hacerlo”...
3 En 1947 no había otra cosa. Ahora hay de todo, sobre todo en Alemania, me dice Manolo y Flor Benito, que tienen una ortopedia. Por los desastres de la Guerra.
4 Tenía tal corazón que más de una vez bajaba hasta la Panadería de Pilar, frente al colegio, y le decía:
Dame la ropa que te la tendemos en nuestra galería y en un momento se seca. Igual Don Julio: ese niño… ahora no puedo, pero a la vuelta paso a verle. No cobraba sus visitas médicas. Era además un gran pintor, le recuerdo con aquel lienzo enorme de “Cacería”, pinta que pinta. Ahora lo tiene Mariuca en su preciosa casa.

Yo le pido al Niño Jesús un corazón muy grande para Blancamelia, que Le quiera mucho y Le consuele


 Dibujábamos cerezas para aprender a sumar: 1 + 1 = 2. A veces había que poner los números, otras veces dibujar las cerezas.
La Madre Mª Esperanza también nos daba columnas de periódico en francés, y teníamos que tachar una vocal por ejemplo, la A con un lápiz rosa, de la marca Faber: por fuera azul marino con rayas doradas, blando por dentro. (“Pero no se diría de algodón..., que no pesa nada”.)

Y copiábamos unos dibujos con el nombre en francés, debajo: Ponme de terre..., etc.
Cantábamos:

...♫...Frêre saque,
Frêre saque,
Dorme-vous, dorme-vous,
Sone le matine, sone le matine din, dan, don. Din, dan, don...♫...♫

Sabíamos rezar en Francés el Padrenuestro, el Ave María, el Gloria. Aún lo sé. Es, como nadar, como montar en bicicleta..., No se olvida:
-“Lo que de chico se aprende, tarde se olvida”. Me decía ayer Susana de Trueba.

Por eso os digo que hay que estudiar al día, de lo contrario:
-Pierdes.
-Pierdes comba.
La Madre tenía un banquito pequeñín, para rezar el Ángelus de rodillas, el caso es que era mi lugar preferido para sentarme. Me quedaba a la medida. Como a aquel hombre tan bajito tan bajito, que se sentó en un Euro y le colgaban las piernas. Y me dejaba.

Un día nos contó que los dientes son como un pueblecito blanco. Había que mantenerlo muy limpio: por arriba, por abajo, por delante y por detrás. Como la canción de Rosario Orbegozo.

La Madre Mª Esperanza se fue. Y lo sentí. El verano anterior me había escrito y me decía entre otras cosas:
- (...) “sobre todo, recuérdame cuando reces. Yo le pido al Niño Jesús un corazón muy grande para Blancamelia, que Le quiera mucho y Le consuele”.
Lo segundo me lo concedió por ella. ¡Estoy segura!
El cariño al Niño Jesús se concretó en el de Praga1 .
También me contestó la Reverenda Madre General, desde París.
Madre Zénaïde, le 20 Janvier 1951.

A los ocho años nos hacían “Pajes” del Niño Jesús de Praga. Nos imponían una cinta rosa con su medalla y unos cordones del mismo color en la cintura, que acababan en sendos pompones. La escultura del Niño todas la teníamos en la habitación sobre una peanita. Bueno, yo la tenía. Estaba vestido con una capa rosa, de pié, y con una corona alta –como una Tiara-.

En el mundo mundial...
En 1951 la Iglesia declaró el dogma de la Asunción de la Virgen. Y allí está. En cuerpo y alma.
___________________________________
Notas
1La historia de este Niño es Cordobesa. Fue a parar a Praga, por el matrimonio de un polaco con una señora de Córdoba, y se lo llevó porque le tenía mucha devoción. Estuvo encerrado en una gruta de su castillo por las persecuciones, hizo varios milagros y ella lo entregó a las autoridades, que lo pusieron cómo Patrón de Praga.Testimonio de Beatriz Giráldez de Utrera.

lunes, 23 de julio de 2012

Puesta de largo: A ninguna de mis amigas le montaron este numerito

Hace precisamente hoy cuarenta y cuatro años me pusieron de largo.
Hace cuarenta y cuatro años hoy, tenía un tirón en el cuello que no veas...
Hace cuarenta y cuatro años hoy lloré amargamente en el desván...

Con mi padre, en casa

El ocho de junio de 1963 mi padre quiso hacer una fiesta en el jardín para ponerme de largo.
A ninguna de mis amigas le montaron este numerito, bueno, excepto a Peté.
Ninguna de mis amigas lo hizo así. Una prefirió un coche, otra un traje ideal todo de pedrería... Y fueron asistiendo al Tenis, al Casino de Solvay..., etc.
Me hizo el traje Marina Oceja. En Santander. De jardín; en raso de algodón, exclusivo de Pedro Rodríguez, con tirantes y una especie de torerita que se abrochaba por detrás, que es donde siempre me ponían el escote. El fondo era blanco, con una especie de lágrimas alargadas en degradé, del fucsia, al palo rosa. Los zapatos y los guantes de seda fucsia. Fue la primera vez que me probaron una “gasilla”.
Marina me regaló además otro traje de noche largo y estrecho, de lamé de nácar, de estilo japonés, blanco, abierto por los lados hasta la rodilla, con el largo chal de la misma tela. Me gustó mucho.

Aquí estoy con mamá, -el día que me presentó Marina a Daniel-, en casa.

También me hizo un conjunto de vestido y, abrigo de gasa en hilo de oro amarillo. De media gala, porque era largo chanel. El que he llevado siempre.
No. No tengo las piernas torcidas, pero la tía Juany decía que es el más elegante. Y ¡es verdad!

Las rodillas y su antípoda, la corva es lo más feo que solemos tener las chicas.

Mis amigos se reunieron para comprarme un broche de oro y perlas redondo, que perdí enseguida. Lo llevaba en la solapa de un traje de chaqueta marrón, la colgué en la butaca de delante en el cine... No debí de abrochármelo bien. Y flores, flores, flores, me llenaron la casa de flores.
Carmen me regaló una concha. La abrí: Dentro, con agua, había una perla natural.
En medio de la fiesta papá me hizo coger el micrófono, y pedir para Caritas, ya que lo estábamos pasando tan bien. Lo pedí y lo bajamos inmediatamente. Tan inmediatamente no sería. Era de madrugada.
De todas maneras, yo por la mañana estuve llorando en el desván. Bueno, en el cuarto de María. Entonces no sabía porque. Pero me pasaba muchas veces al venir de una fiesta. Como que no era feliz. Me miraba “teatralmente” en el espejo:
-¿Y... qué?
Pero mi padre tenía verdadera ilusión.
Dijo:
-Ésto lo hago con gusto. La boda no lo sé.
No tenía muy buena experiencia de las bodas de mis tías..., ni le gustaban las bodas, -a mí tampoco, ya lo conté-, no las bodas en sí mismas, lo que significan y tal..., las bodas en el sentido más superficial de la palabra.
En fin...
Mandó mi padre hacer una pista de baile, donde antes junto a la Huerta de guisantes había plantado “Reygrás” césped ingles, para jugar al fútbol.
Colocó veladores alrededor, con sombrillas y faroles. Faroles de cuadra.
Se adornaron todos los árboles de la huerta con bombillas de colores.
Aquí el relente te estropeaba todos los pelos, -por eso lo de los veladores-, y las fiestas. Se podía combatir bebiendo.
Solíamos beber champagne.
Cuando estábamos solos cuba-libre.
O vino.
Mi hermano Ignacio-Pedro fue el único que asistió sin esmoquin.
Tenía diez y seis años.
Y hubo barra libre toda la noche.
Nadie se emborrachó.
Porque para beber, hay que comer.
Y también saber.
Y allí todos eran muy educados.
A las ocho de la mañana entró un carromato enorme de esos de las Ferias, para darnos de desayunar chocolate con churros.
Del aparcamiento se encargó la Guardia Civil y, lo hicieron fuera.
La cena también la trajeron de no sé donde.
Papá lo pasó fenomenal. Un poco antes de desayunar le dejé cantando:
-“Que un viejo amor, ni se olvida ni se deja, que un viejo amor, de nuestra alma si se aleja, pero nunca dice adiós”...
Y aquella otra:
-“Arbolito chiquito chiquito chiquito arbolito, oye mi canción”... Y, el famoso tango:
-“Caminito que entonces estabas cubierto de flores y frutos en flor”…,
Nosotros nos fuimos a la playa.
La madre de Julito Acha nos decía que le vigilásemos, a ver si haciendo la plancha, se iba a quedar dormido, y se ahogaba.
Era el más pequeño.
Y sólo queda él de su familia, le volví a ver hace tres ó cuatro años, cuando nombraron a Siro: “Torrelaveguense del año”.
Una madrugada, quisimos ir a Misa antes de cambiarnos, y marcharnos a la playa.
Nos fuimos al Colegio de los Padres.
Javier Acha se metió en un confesionario y se durmió.
Al rato vino una señora a confesarse.
- Ave Mª Purísima:
Salió... ¡cómo el pájaro loco!
Los demás, ¡venga a reirnos...!
No me gustaba llegar tarde al Casino para las fiestas de noche.
Quedábamos en casa de Toyi Salmones a tomar una copa.
Su madre decía que no era de buen tono entrar solas.
Así que, -como iba diciendo-, mi padre encargó a los carpinteros una mesa larga para cien personas.
Quería que la cena fuera de pie porque si te sientas, ya no puedes hablar con todo el mundo y, todos éramos amigos, los míos y los suyos.

Trajo una orquesta.
Puso barra libre, y nos advirtió que no mezcláramos las bebidas.
Sólo a Mariano le sentó algo mal, y Cholo le puso una inyección de Coramina.
Todo el mundo iba muy bien vestido. De traje de noche las chicas, de esmoquin los chicos.
¡Mira que están guapos de esmoquin...!
Álvaro también, pues mamá le había colocado el de Ignacio el día que hice la Primera Comunión, pero sin puntillas.

Fui al colegio con dos años



En el mundo hubo también otras experiencias no tan caseras, ni tiernas:
Los americanos tiraron la primera bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Los campos de exterminio acabaron con la vida de seis millones de judíos, en Alemania: Un verdadero holocausto hebreo. Hitler acabó suicidándose.
El Papa Pío XII ocupaba la sede romana. Aquí, en España gobernaba Franco, y lo hizo hasta su muerte en 1975. El 20 de noviembre.
Antes de tantas guerras, en 1934 la Cierva inventó el autogiro.
En 1937 salió al comercio el Volkswagen.
Ravel, componía su famoso bolero y…, el mundo seguía dando vueltas. Es la época de los grandes inventos: fotografía, teléfono, la televisión llega de manos de Logie Bard.
Se inventa también la penicilina, que llegó a nuestro pompis con la tosferina, la importaron. En España no había. Fleming, estuvo en Jerez, y al probar aquel “fino”, comentó:
-Yo descubrí la penicilina que cura a los enfermos. ¡Pero ustedes tienen un vino que resucita a los muertos!

Juegos de azar

El primer recuerdo que tengo es el de una mesa de camilla que me llegaba por los ojos. Lo podría pintar, como el Principito la serpiente.
En ella jugaban al Pinacle mamá y Katono Ruíz del Árbol. Nosotros, en el suelo hacíamos escaleras, y castillos, con otro mazo de barajas francesas.
La baraja española la usábamos en Navidad. Mis padres salían después de cenar, y nosotros jugábamos al reloj con María. Pero era tal la pulcritud de mamá, que las perras gordas que subía papá para apostar, pasaban la tarde a remojo en amoniaco, ¡no fuéramos a coger algo!
Comía tan mal, que a veces venían amigos de mis padres a contemplarme. Como Pín. Tenía reloj de cadena, y yo le pedía:
-¡Enséñame las “tipas”! Y lo abría. ¡Qué paciencia!

No pero má e dele”

Un día dándome él la papilla, le dije con cara de mayor:
- “No pero má, e dele pecho”.
Y Pín le gritó a mi madre:
-¡Que deja a la niña, que mira lo que me ha dicho!...
Otro día, yo no hacía más que repetir:

Tirí, tirí... tirí tirí...

No me entendían. Hasta que mamá fue a arreglarse y vio que le faltaban algunas cosas: Entre ellas una pulsera gorda con tres faroles de piedras de colores transparentes como colgantes... ¡Todo, “tirí, tirí” por el balcón a la calle! Lo recuperó gracias a que lo eche por el jardín de atrás.

A los dos años al colegio

El Colegio de Los Sagrados Corazones, estaba enfrente de casa. Las Madres eran amigas de mamá.
La Madre Mª Sara era una Juanco, y la veían triste, porque después de nacer yo, ella lo pasó algo mal. Le salieron unas grietas en el pecho, o algo así. ¿No ves como siempre estamos haciendo sufrir a alguien?
Fui sin uniforme. Me venían a buscar las mayores. En el ideario decía:
Todas las actividades docentes van encaminadas a vincular a las alumnas “las cualidades esenciales que constituyen la felicidad del hogar doméstico”, es decir, amor al trabajo, al orden, y a la economía, pureza de principios, virtud amable y espíritu de sencillez.
Además de la Religión a la que se daba la importancia debida, y de las otras asignaturas ordinarias, se impartían nociones de piano, canto, lenguas modernas y dibujo, consideradas como “clases de adorno”.
Más tarde se cursarían Magisterio de la Iglesia y Nacional. Incluso Turismo.
Imprimió en nosotras un carácter especial. Progresista y cristiano con un enorme sentido práctico de la vida. Sus buenas formas y cierta parafernalia, constituyeron durante décadas el modelo a imitar en las adolescentes”. Siempre según Ricardo Bueno. Estoy de acuerdo.


domingo, 22 de julio de 2012

El primer viaje a París con nuestros padres, 1962

Mamá y mi hermano en la terraza de Laffallet
Salimos de madrugada, como siempre, para no coger a nadie en la carretera..., entonces, quizá en 1959 ó 60, era así.
Paramos en Zarauz. Allí veraneaba Fabiola de Mora y Aragón. Se había casado por entonces, con Balduino el rey de Bélgica. Su boda fue una de las primeras cosas que vimos en televisión. Digo vimos porque me trajeron del colegio a propósito. Todo un acontecimiento. Hasta entonces sólo se veía nieve.
“Per culpa la nevaeta sa fotut la pantalleta.”¡Qué gracia le hacía a papá repetir esta frasecita de un ninot valenciano! Otra frase que quedó institucionalizada en la familia.
Paramos en Burdeos, a ver a madame “Dologués”. Amiga de los tíos Pericos. Recuerdo que por alguna calle vi que no estaban hechas las infraestructuras del alcantarillado.
Francia siempre ha presumido de sus carreteras, que bien. De su cocina, que bien. Ahora no sé. No volví después de 1972.
Paramos en Limoges. Compramos un pañuelo de cabeza precioso con lunares grandes de todos los colores. A mamá le encantaban. Eso, y los bolsos estilosos. Y paramos en muchos sitios.
Llegamos a París. El Hotel estaba en la rue du Moin.
Todo era muy diferente de aquí: La fruta tenía brillo, estaba muy bien presentada en sus cajas, se levantaban muy pronto, para preparar el mercado. Era, como habíamos estudiado con sor Mª Luisa en el colegio de Cóbreces. La amplitud de la ciudad, me pareció fabulosa, enorme.
Visitamos el “marché” de las pulgas, que es tipo el rastro de Madrid, aunque ya sé que comparar es de paletos.
Íbamos en plan de ver espectáculos. Al Palais Chelliot. A Lido..., Etoile…

El folie verser
En realidad era un teatro, con un espectáculo maravilloso. Representaban “Un reloj en la época del Rey Sol”, Luis XIV. Todas las figuras, los artistas, se movían, hasta formarlo.
Iban saliendo en parejas de baile, con unos trajes:... terciopelos burdeos, verde botella, azul zafiro… meriñaques, chalecos dorados, zapatos con grandes lazos ellos, pelucas blancas tanto el chico como la chica.
Andaban y bailaban como si tuvieran ruedas en los pies. De repente, el escenario se convirtió en una gran piscina, en la que nosotros veíamos nadar a los artistas desde el lateral: como si fuera un enorme acuarium.
El decorado era más bonito aún, que el de la isla de las sirenas de Piter Pan, cascadas, flores, guirnaldas… Era como un paraíso.
Después “La jaula de las fieras”, las chicas vestían con pegados trajes de leopardos… las uñas pintadas de color dorado, -manos y pies, lo vi pasaron a nuestro lado-, y todo el cuerpo maquillado de oro, parecían estatuas, no se les movía un músculo.
Luego bailaron una danza del amor, que no vi. Me dio vergüenza. Papá me dijo que repetían el mismo espectáculo por lo menos cinco años.

El olimpia
En El Olimpia actuaba Gilbert Becaud:
♫ “Ne me quitte pas, il fo t·ublie”♫... Para concentrarse, ya entonces, se recogía el oído derecho con la mano, y cantaba con los ojos cerrados. No cantaba, interpretaba, ronroneaba, recitaba. ¡Tan francés!
Mis padres habían visto en otra ocasión a Josefina Baker; una bailarina de color que auspició niños de todos los paises del mundo, y vivía con ellos en un castillo muy cerca de Burdeos.
Había sido muy escandalosa, pues bailó con una falda de plátanos que iba tirando al público. ¿Qué cómo se quedaba al tirar el último? Pues con ropa, ¡claro!
A la Tour Eifel. A Les Écoles Militaires. La Madelaine. L ‘Opera. Le Sacre Coerur.
A un cine pequeñito, de filas de cuatro butacas, y en medio el pasillo: Allí vimos “Los secretos de París”. Fue la primera vez que vi un señor padre de familia y profesional normal, que por la noche se travestía y salía a actuar en un espectáculo. Era el año 1958…
En Montmatre, se hicieron los retratos a carboncillo que hay colgados en el pasillo de casa de mamá, junto con unas magníficas caricaturas hechas en Algeciras en 1952. Como también hay otro del bisabuelo Mata Bocanegra, lo llamo con pomposidad: la galería de antepasados.
Nos llevaron a comer a comer a un “Self-service”. Nos pusimos tal cantidad[1], que los camareros estaban asustados. Y no te digo nada cuando aliñamos la ensalada, con lo rácanos que son ellos y lo esplendidos que somos en España, -digo-, el que lo es. Nosotros lo éramos porque no teníamos ni idea de lo que costaban las cosas...
Papá se reía. Otros días comíamos en La Bóis du Boulogne. Platos cocinados. Pollo asado…
Conocimos las famosas Galerías Lafallete. A la salida había unas máquinas, parecidas a las básculas de las farmacias, en las que metías una moneda, y empezaban a vibrar, de tal manera que quedabas completamente descansada, para seguir comprando. Tiene su explicación. En esos grandes almacenes, te vas como cargando de electricidad estática o algo así, debido a las fibras artificiales. Las máquinas hacían de toma de tierra.

En el palais l’ etoile
Lo de las entradas, ocurrió allí. Habíamos estado mirando en la maqueta qué localidades queríamos. Entonces, junto a la taquilla, había unas maquetas de la sala del teatro, y podías pedir la fila tres, números 9, 10, 11, 12. En fin, lo que querías.
Actuaban los bailarines de “Orfeo negro”. Una película de mucho éxito por entonces: “Tristeza, adiós tristeza. Perdida ou carnaval... ¡Ah felicitate...como a bruma!...
De la película me acuerdo que la protagonizaba Harry Belafonte, un mulato de mucho éxito.
El caso es que llegamos al teatro y teníamos las localidades ocupadas. La acomodadora, vestida de terciopelo rojo, con muchas chorreras doradas, que: ¡qué más nos daba!
Mi padre, que quería las que había comprado. Los otros, que no se levantaban.
Salimos.
Vimos a un gendarme.
Papá le preguntó dónde estaba la comisaría más próxima. Dijo que no estaba de guardia. Papá[2] que le toma el número de la gorra. Acabamos en la Embajada.
Al día siguiente todos arreglados, asistimos a la representación con las entradas que elegimos. La buena pinta, ¡abre puertas! Todo eran reverencias.
Mamá como siempre sufriendo...

En el palais chaillot
Fuimos a escuchar a la orquesta Filarmónica de Leningrado. Papá, compró las entradas en la primera fila de Principal: Decía que desde allí se oía mejor. En un solo de violonchelo mamá diciendo que cuando acababan de afinar el instrumento, ¡mira, la monda, lo que nos hemos reído con ella! Estoy segura que lo hacia adrede, porque se reía entonces, y se vuelve a reír ahora.

Ya de recién casados, una tarde en los toros, mi padre no dejó pasar a una persona que llegó después de empezar la lidia.
El reglamento taurino dice que así debe ser. Era el gobernador. Allí le tuvo.

 El alfiler de sombrero:
Continuará...

Notas:
[2] Lo del Libro de reclamaciones de toda su vida., -como Paco Martínez Soria en la película "Don Erre que erre"... La cantidad no importaba..., era quien tenía la razón. En defensa de un derecho. Yo no me atrevo. Mi hermano Álvaro es igual que él. Hasta el final...