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jueves, 1 de noviembre de 2012

-¡Coquito, mi amor, con la cantidad de pesos que gastamos en tu educasión!


 En todas las familias hay frases que se repiten con sentido del humor. yo las llamo: Frases institucionalizadas. Las nuestras eran tres, que se repitieron sobre todo en mi adolescencia.
 La primera fue: Rústica aldeana. Pasé una fase tonta, tontísima de tontería. Tal, que mi padre me decía:
-“Oiga rústica aldeana...,”
Era el comienzo de la siguiente anécdota que él nos contó.
Cerca de Torrelavega, vivían dos maestras de pueblo muy cursis. Los jueves solían venir al mercado. Y en vez de preguntar a la paisana:
-¿A cómo están los huevos? Le decían:
-“Oiga rústica aldeana, ¿podría usted decirme, a cómo se cotiza el producto de la esposa del gallo?”

La segunda: O Conde..., o nada
Otra simpática pareja que no conocí, a la hora de casarse tenían altas aspiraciones.
-Yo me casare con un Conde, o nada.
Y se quedaron solteras.
Después, las llamaron para siempre, las condenadas.

Y la tercera ésta: ¡Coquito mi amor!
Aquel verano llegó de México Coco Valenzuela Arce, la prima de Rosy.
Sus padres la enviaron porque quería meterse monja. ¡Y era verdad! Chico con el que salía, chico al que llevaba a rezar el Rosario a la Iglesia.
Nosotras, ¡la verdad, eso no lo hacíamos, nos hubiera parecido..., no se..., rarísimo! Pero ella era diferente. Para empezar guapísima, más bien de cine. Hacía todas las obras de caridad que podía. Visitaba a los enfermos..., así era Coco.
En una ocasión se puso muy enfermo Paquito Martínez Toledano.
Fue a verle a su casa. Le preguntó qué cosa sería lo que más ilusión le hiciera. Dijo que una bicicleta. Coco, pidió dinero a su tío Casto: ¡Y se la llevó!
Pasaron los años. Ya estaba Curra en cama. Lourdes, su hija pequeña y necesitó ayuda. Entró a trabajar Pepi, -hermana de Paquito-:
Le contó esta historia, y, le dio la foto de Coco, que siempre tuvo Paquito en su habitación, hasta que murió de un cáncer de colon a los 17 años.
El nombre, como ves, nada tiene que ver con, cómo era.
Dulce, rubia..., preciosa. ¡De película!
Estuvo un tiempo en Madrid, estudiando en Montelar.
Ya entonces valoraba la seguridad callejera de España. Nos contaba que en México, iban a todos los sitios en carro. Si sacabas la mano para girar; te robaban las sortijas.

El caso es que una mañana estábamos tomando el aperitivo en casa de Curra, la madre de Rosy, porque era su santo. Había venido también su madre.
Coco, y los más jóvenes estábamos al fondo del precioso salón de damasco en tonos gris perla. Coco le dijo a Toñi, su primo:
-¡Toñi, pasa... La bandeja...! (...), O, una frase parecida, -que no me acuerdo-.
Entonces su madre lo encontró brusco, o algo así,  y dijo:
-¡"Coquito, mi amor, con la cantidad de pesos que gastamos en tu educasión"!
Otra frasecita que se institucionalizó en casa. Cada vez que me ponía “finísima”, papá me hacía burla:
-“Coquito, mi amor”..., no hacía falta acabar la frasecita...

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