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miércoles, 31 de octubre de 2012

Lo que no se recuerda, no se sabe






Y es que “las grandes amistades: son como los caracoles andaluces, son lapas que se agarran fuertemente al corazón”.
Y... Es verdad que ni el pasado ha muerto, ni el futuro está..., en el ayer escrito.
Cuando uno tiene recuerdos, sigue viviendo.
Los amigos siempre han sido muy importantes en mi vida, pero, en estos años..., eran ¡vitales!

Luis Andrés era uno de ellos...
Hacíamos, -porque me ayudaba Luís-Andrés-, el hermano de Mariasun Ceballos, que cuando ha recibido la Cruz de Alfonso X el sabio por sus treinta años de espléndido trabajo dice que me debe la vocación-..., no merezco ésto.
Fue buenísimo entonces, y lo sigue siendo ahora.
Luis-Andrés “ha merecido el homenaje de sus amigos, como catedrático de Matemáticas durante treinta y cinco años. Muchos son los amigos y los recuerdos que han pasado por su vida, en su doble faceta de profesor de Instituto y de amante del deporte.
Precisamente de ésta última afición le viene su vinculación al voleibol y, por extensión a Cabezón de la Sal, donde un día su gran amigo Antonino Pellón, le animó a colaborar y allí se quedó para siempre”.
Esta Cruz la da el Ministerio de Cultura y Educación a toda una vida dedicada a la docencia. Con modestia, admite que recibió el premio y el homenaje de sus seres queridos con mucha emoción e ilusión:
-Se volcaron conmigo...
Dice que no es un mérito personal, que lo hace extensivo a todos los docentes, porque es un trabajo muy serio y duro.
-Es un trabajo vocacional, una profesión difícil, ya que se tiene la responsabilidad de formar personas...
Hacíamos con los niños -digo-, caligrafía, cuentas de sumar y de restar dibujos, y punteos, en un cartulina les presentaba unos agujeritos por la línea que remataba el dibujo y ellos con una aguja y lana los repasaban. Se hicieron muy hábiles.
Yo les preguntaba “El Parbulito”. Había que sabérselo de memoria, que no es la inteligencia de los tontos, -como se corrió luego-, es que lo que no se recuerda, no se sabe.
Para comérselo a besos. Sigue igual. Es transparente, noble, y como su padre, también yo..., cabezón..., como su padre..., también yo.
Al final, vinieron niños de todos los caseríos de alrededor, y llegue a tener cuarenta...

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