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domingo, 23 de septiembre de 2012

La educación de mi padre



La educación de mi padre era una mezcla de cortesía, urbanidad, cultura, firmeza, respeto, y libertad.
Y bondad, es el hombre más bueno que he conocido, aunque mi camino no lo entendió nunca.
Una mezcla de cortesía que le llevaba a ir comido a las bodas..., a ir siempre arreglado como un pincel.
Limpio de pies a cabeza. Limpio por dentro y por fuera.
Porque lo que el llamaba educación, hoy, -para mi-, era una formación y una cultura imponente, basada en una fe sin ostentaciones.
Sano y enfermo, -totalmente demenciado-, seguía dejando pasar delante de una puerta a la enfermera... Usando la servilleta antes y después de beber...
Escuchando como “Momo”, con esos ojos grandes, que nunca se acostaron con una duda.
Si veía que su interlocutor iba a disentir, no iniciaba el tema. Jamás le vi humillar ni ofender a nadie. Ni dejar mal, ni corregir sobre la marcha, ni reírse de nadie.
La urbanidad se notaba en sus modales, en su conversación, en sus posturas.
Y preguntaba. Preguntaba. Preguntaba. Sin pre-juicios. De lo que no sabía, no sabía. Aunque de pocas cosas no sabía con tanto diccionario etimológico de la lengua, de la medicina, de la gramática, de la literatura… Y tantos libros. Y tanta vida por delante. Con una Guerra en medio.
El respeto a la persona y a su libertad lo demostró también siempre. No haciendo juicios de nadie. No atacando a los que no pensaban como él.
Esperando. Esperando y escuchando mucho. Sabía estar, sabía preguntar, sabía escuchar. Al mismo tiempo su amplísima cultura, -de cultivado-, le llevaba a ser muy firme en sus convicciones. Esas convicciones que no se hacen de un día para otro. Por eso le consultábamos las cosas. Y después él nos dejaba hacer.

Me acuerdo de una vez, a mis 16 o 17 años le pregunté si podía hacer un guateque en casa. Y me dijo que no. Nada más marcharse lo hicimos.
Al día siguiente me llamó a su despacho:
-Como no sabes hacer uso de la libertad que se te da, estas castigada. No sales en todo el verano.
Y lo cumplió.

Y digo que la historia de mi familia es la historia de unos seres privilegiados porque lo dice mi cuñada Marijose, y pienso que es verdad... Porque a la abundancia de medios se uníó la formación.
Y a ellos, la pobreza dignísima de mi madre.
Y el sacrificio y el sufrimiento -llevado con garbo-, de los dos.
Por eso hoy, cuando vivo y convivo con personas que quiero, y se rien de lo serio, o me dejan colgada cerrando con una idea confundida nuestra conversación..., o..., no puedo evitar acordarme de él, y añorar su trato y su diálogo. Fue una pena que muriera tan pronto con una enfermedad tan cruel, que a mí me afectó tanto, -los multi infartos cerebrales-.


Porque poco a poco fue perdiendo su esencia. Su pensamiento irrepetible. Y en once meses se convirtió en un anciano...
Hasta que una mañana temprano, -murió conmigo-, a pesar de vivir yo tan lejos.
Expiró.
Y los dos nos quedamos en silencio.

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