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jueves, 27 de septiembre de 2012

1936: Un domingo lleno de miedo en la iglesia de la Asunción


Puruchi, -mi padre-, llamaba a la Guerra Civil de 1936 “contienda fratricida”. 
Después de conocer a mamá sólo tuvo tiempo para ella; hasta el punto de olvidarse que le estaban esperando para la despedida de soltero de uno de sus amigos. Y le llamaron por teléfono:
- ¡Puruchi!
Mamá le hacía muchísima gracia. Cuando hablaba, de vez en poco, necesitaba decir:
- ¿Verdad Loli?
- Sí.
Luego todos la llamábamos “Lucas”. De Loluca: Lucas. Otros la llamaban Lolín. Y el “Cielín”. En Cantabria la gente es bronca. Pero tierna, cuando conocen. Ahora, de mimos: ¡Nada!
Desde el año 1931, ya las cosas se iban poniendo políticamente cada vez peor. Les insultaban por la calle, llamándoles señoritos. Pero es que mucha gente pasaba hambre y no tenía más que alpargatas para calzarse.
Papá siempre contaba que fueron horribles las elecciones Municipales.
El 12 de abril, se proclamó la II República, y el Rey Alfonso XIII, se vio obligado a salir de España.
Incautaron el Palacio de la Magdalena. Al año siguiente ya era Universidad Internacional de verano.
Triunfaron los republicanos en todos los municipios de La Montaña. Se cerró la Standard Eléctrica, dejando en la calle a 300 hombres. La Naval de Reinosa despidió a 210 obreros. Ordenaron retirar los Crucifijos de las Iglesias. Los Colegios religiosos sufrieron el ataque de los más radicales.
El 24 de enero se disolvió la Compañía de Jesús, y, se les confiscaron todos sus bienes.
Mercedes Sáez de Buroaga1 me contó cómo, algunos niños de la Catequésis, se vistieron con las casullas del párroco, en Suances, y, salían jugando por la calle, e insultando a las catequistas:
-¡Confiéseme! Doña Mercedes. Venga ¡qué yo la voy a confesar ahora!
A su Virgen de “la Casona” la dieron dos tiros. Se ven. Pero, no es esto lo que quería contar..., sino aquel terrible domingo en la iglesia que hoy está al lado de mi casa.

Un domingo lleno de miedo en la iglesia de la Asunción

Afuera, los milicianos habían puesto música a todo volumen con intención de molestar.
De repente se abrieron las puertas centrales y varios milicianos avanzaron con sus botazas por el pasillo central hacia el Altar. El pueblo esperaba el desenlace conteniendo la respiración. Pero al entonces sacerdote Don Emilio Revuelta, le dio tiempo de consumir todas las Sagradas Formas antes de que llegaran al presbiterio. Gracias a Dios no hubo profanación. Papá estaba en esa Misa.
Papá con Icio.
A la salida, los obreros los insultaban, como siempre: Los comunistas ateos metieron ese odio en el pueblo. Les envenenaron.
En otros lugares podían matarte con solo ver que ibas a la Iglesia. Para confesar, en Valencia por ejemplo, en Villanueva de Castellón, -nos contaba Sabina Alandes-, venía un sacerdote de vez en cuando, de paisano por supuesto, y desde el mirador, -las penitentes-, habrían un poco la cortina, y se confesaban en silencio. Luego él, siempre en la calle, desde dentro de la chaqueta les daba la bendición, con muchísima cautela.
Mi padre oía por la radio los partes de guerra, en casa de sus padres, todos los vecinos y amigos reunidos. Y mandaban a papá que los escuchara; tapado con una manta para que no se oyese nada, pues estaba prohibido.
En cuanto empezaba a anochecer, había que tener las luces encendidas y las ventanas abiertas para que los republicanos, pudieran vigilar.
Papá entonces,-y siempre-, tenía una memoria "de elefante”. Les repetía el “Parte” de guerra, literalmente.
A mí me han tomado el pelo toda la vida, con el tema de la memoria, cuando iba a contar algo, en una tertulia por ejemplo, alguien decía siempre:
-“Literalmente, ya veréis”.
Tener memoria2 es estupendo, porque como dice Carmen Trigo:
-“Lo que no se recuerda, no se sabe”. Esto para los que dicen que la memoria es la inteligencia de los tontos.
Una noche vinieron a casa a darle "el paseo", -así se llamaba fusilarle-. Preguntaron por Canales. Un encargado de la tiendo le salvó:
-¿Qué‚ Canales?
-Pues, el de la tienda, ¿no trabajas tú allí?
- Sí. Pero vosotros: ¿Quiénes sois?
¡A ver..., documentación!
Al llegar a mi padre vieron que era, -en los papeles-: Ignacio Pérez. Para más señas: "Puruchi" Canales entre los amigos. Y se salvó.

La historia del cambio de apellidos vino después. Mucho después.
Le movilizaron. Fue la última quinta, -la quinta es la de los que habían nacido en 1917-, era el año 1937. Tenía 20 años...
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1 Hija del General Sáez de Buroaga a quién conocí, ya muy mayor, con su pipa, pero le recuerdo perfectamente: “Don Gabriel”. Mercedes es de la edad de mamá.
2 “La memoria es un músculo”.

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