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domingo, 9 de septiembre de 2012

La tía Juany


Merecería un libro... Las de Díaz-Mier de Entresotos la llamaban tía Na. Cuando venía a casa: revisión de orejas, narices, uñas. A María el gorro, ¡a ver cómo están los delantales!

1943 La tía Juany
Nos cuidaba...:

-“¡Hay que ducharse con estropajo, para que la piel brille!” De los amarillos que se usan para fregar el suelo. O la cocina económica, con arena y limón: es un olor muy especial. Se limpiaba después de comer, pero a las ocho ya se estaba encendiendo otra vez, con papel de periódico, astillas y carbón… En aquella época no conocíamos la pereza. No se podía. Lo que había que hacer, se hacía, y punto.

Nos ponía crema:

-“¡Hidrátate esa piel, que parece de sapo”!

A todos. A mi padre y al tío también, les venía por detrás con aquellas manos tan cuidadas, y de largos dedos, y les echaba crema en la cara:

-¿Crees que por ser hombres no se les queda la piel seca?

Ellos..., en fin, lo llevaban como podían.


Era magnánima para todo. Cariñosa. Cocinaba muy bien. Mamá decía:

- Ya puede, ¡me gastó un litro de aceite! Recuerdo su pisto, los besugos...

La langosta y el solomillo no tienen ciencia, aunque se daban mucha importancia con el punto. Con el pucherazo para cocerla. Hace poco se lo regalé a mi amiga Aurora que tiene familia supernumerosa, y además, las langostas las venden en colas congeladas. Entonces, no. Íbamos a los viveros y mi padre decía:

- Ésta. Y nos la traíamos viva. O el abrecantos que era más sabroso. Ahora lo llaman bogavante.

La tía Juany era guapísima. No. Era muy elegante. La llamábamos La Begún -del Aga Kan- de 1952. Así de alta. Con un tono de voz, unos modales, un porte, y una alegría ideal. Le gustaba comer, eso sí.

Después entre María, y mi madre, teníamos que ayudarla a bajar el traje de noche, que era de esos estrechos tipo sirena, y no la pasaba de la cintura. Solía llevar los zapatos de tela, igual que el vestido, y sandalias planas por delicadeza con mi padre que la sacaba a bailar. Lucía los visones y las joyas, que se las diseñaba Yín Presmanes.

A mí me llamaban mucho la atención. ¡Me gustaban!... Mi madre decía:
-“Esos son los hijos que tiene”
Hacían cenas de gala en su casa. En la nuestra. Viajaban en yate hasta Biarriz con Chús Prieto Lavín, Cónsul de Haití y un Conde francés, que llevaba a su mujer y a la otra. Y a todos los demás “mareaos”.

Mi madre cuenta que los marineros los querían ayudar para llegar a punto a la borda, pero que ella no se dejaba.
-¡A ver por donde la iban a agarrar!


Todavía en 2002, mamá, al salir de la ambulancia, cuando se fisuró la pelvis por un ictus transitorio, con un chaquetón de piel de zorros de la Patagonia, y de hace mil años, le dice al camillero:
-¡Que me ha cogido usted por el seno!
Mira. De verdad creí que me daba algo.
Los pobres, que llevaban toda la mañana de atascos.
Ella que debe pesar 45 Kilos.
Sus 82 años.
¡Si no sabían ni por donde cogerla!
Creí que me daba algo...

Sigue de la tía Juany: Viajaban por España. De San Sebastián ya os conté lo de Cojúa, El Cojo... hasta Sevilla. Primero por el Este, y luego por el Oeste, todo peinado. Sin contar los estrenos de Teatro en Madrid. ¡Yo tenía unas ganas de ser mayor!

Ella enseñó a mamá a sisar

-¿Qué no tienes dinero? ¿Qué tienes que llevar un Dietario y dar las cuentas a Ignacio al mes?
- Vamos a ver: ¿Cuántas escobas gastas al mes?

- No sé..., una.

- Desde ahora escribes dos. Y el mes que viene de todo el doble. Y el triple al mes siguiente.

-¿Has entendido?


Jajajaja..., yo me troncho... 

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