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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Mi familia y los otros animales

Alí


Era un enorme gato de angora blanca, con un ojo azul, y el otro, verde. Tenía envidia del canario. Un día, hasta tiró al suelo la jaula, que estaba encima de la nevera “Philco”.
Se sentaba en el mejor sillón. Movía aquella cola, larga y tiesa…
Antes de que naciera Álvaro, por las noches poníamos las sillas como una plaza de toros, nos sentábamos a horcajadas y echábamos a pelearse a Re y a Alí.
Nada violento.

Gol

Siempre tuvimos perro.
Guardián. Pastores alemanes, y tal..., entonces no había los sistemas de seguridad actuales. Alarma, sí teníamos, aquella, que quedó cortada el mismo día que sonó, por 1946.
Salió mi padre con la pistola, y ¡con un miedo, a las tantas de la madrugada...!
Al volver, cortó la alarma, y esos eran los cables que vi debajo de su cama, un día que estaba ayudando a mamá a hacerla, allá por 1960.
¡Eran ratas, -dijo-.
¡Se reía mamá, contándomelo!
Gol tenía la caseta en la calle. Y la cadena atada a un cable de acero que cruzaba entre las verjas y la casa, toda la finca; así que no podía entrar nadie. Aunque te pareciese que daba tiempo, él era como un rayo. Te cogía.
Sólo si María le sujetaba podían entrar. Más de un disgusto tuvimos con el perrazo y el invento de papá.

La tortuga

La tortuga gorda, negra y amarilla, siempre se escondía en invierno, y aparecía en primavera.
Más de una vez rompió el dalle a Baltasar. Jugábamos con ella dándole la vuelta, o haciéndola bajar por las escaleras de la puerta principal.
Para probar su resistencia, y también para enredar un poco, papá la pasaba por encima con el coche, -porque papá tan responsable-, nunca dejó de ser un niño.
Jugaba con el tren eléctrico que le trajeron lo Reyes un año a Ignacio-Pedro. ¡Y lo mejor!, que no le dejaba jugar a él... Que si iba muy deprisa la locomotora, que si iba a descarrilar... Yo lo oía, y lo recuerdo. También recuerdo que se ponía en marcha con un aparatito de forma cúbica, y que podía alcanzar tres velocidades.
Y que ya no cabía en ninguna parte, y que lo armaron en el desván, cuando en vez de una rueda, las vías componían un ocho...
El coche de casa, -por entonces-, se llamaba “Juanito” un Balilla verde oscuro, que se arrancaba con manivela. Muchos años después, vi que lo tenía el padre de una alumna en Valencia, que era coleccionista de coches antiguos.
Igual que la “Rubia” anterior, se arrancaba con manivela.
Y todos mirando.

No sé cuál de mis dos hermanos le dio la pedrada a la tortuga, pero el que fuera, estuvo esperando a que sacara la cabeza y ¡zas!
La dio. Se le infectó la herida, y mamá curándola. No supimos que se muriera. Siempre estuvo ahí.
Se comía las fresas que bordeaban todos los caminos de la huerta, pero creo que la teníamos porque, -al menos en teoría-, se debía comer los bichitos malos.

Re

A Re lo trajeron Piti y papá de Burdeos, de la Exposición canina, con pedigrí, y todo. ¡Creí que le daba algo a mamá, porque eso suponía que le iba a cuidar ella, y si le pasaba algo, "al pedigrí", ¡disgusto al canto! Cómo cuando trajimos los oiseaux mouches de París...
Padre era un poco caprichosillo, como yo.
¡Les dio un viaje! Se mareó. Puso el asiento de atrás del coche de Piti perdido...
Nos lo mataron dándole a comer carne con alfileres, -eso decía María-, y no sé si es un bobada, o los tiempos eran tan rústicos.
Se le puso la papada hinchada, hinchada, y se murió. Creo que con Gol, pasó lo mismo.

Rebeca

Mi perro..., (¿qué es eso de mascota?). Es un animal de compañía que hay que educar, cuidar, querer, limpiar..., y el canario igual, y las plantas lo mismo. Si no lo vas a cuidar, no lo tengas.
Mi perra, Rebeca, fue un Terrier Scoth.
El que tuve antes, se llamaba Toche.
Rebeca era perra. Bajita y de pelo largo muy negro. Se comía las crías nada más tenerlas, sería porque no parábamos de tocarlas, y así, los perros las aborrecen…
Después, preguntando...
Un día por la calle, me contó Gonzalo Costales Castañeda, dueño de una igual, que el problema de esta raza, es que no tiene instinto maternal.

El gallinero

A la izquierda, detrás, el gallinero.
Cuando todos los pollitos se murieron de “moquillo” ya no tuvimos más. Y ya se podían comprar para comer, antes no había mucho. El pollo y la gallina eran muy cotizados.
Aquella casita limpia y tal, fue luego la de las muñecas. Un sitio muy apropiado para jugar teniendo en cuenta que entonces llovía mucho.
Tenía cocina de carbón, hacíamos nuestras porquerías, asar manzanas, patatas... lo que pillábamos.

Un corderito pequeño

Teníamos "bambi", un corderito pequeño, que luego lo mataban para comérnoslo, -época de racionamiento después de la Guerra Civil-, nos parecía tal súper-cruel, como el pavo Pedro de la película: “Gigante” .

No me acuerdo del nombre, yo no estaba...

El último era un “raquero”. Como el de la película “La dama y el vagabundo”.
Encantador, al que sólo le faltaba hablar y ya no guardaba nada, entraba en casa, se ponía mimoso, lloraba, se alegraba, veía la televisión...
Iba a buscar a mi hermano Álvaro al colegio, que le despachaba con un patadón, o un par de ellos..., y llegaba a llorar a los pies de mamá.
Y ella hablándole:
-¿Qué pasó hijo, te pegó tu hermano?
En la playa entraba en las olas de la mano de los dos. Le llamaban el nieto mudito. ¡Una locura!
Una noche...

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