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martes, 4 de septiembre de 2012

Yo esperaba con ansia el amor”

7 de Enero de 1968: "Yo esperaba con ansia el amor”1. Y Él me estaba esperando, para darme una felicidad, como jamás imagine.
El 7 de enero de 1968, ¡por fin ! Pudimos hacer el Curso de Retiro, que se había suspendido en el puente de la Inmaculada por falta de “quórum”. Volvimos de vacaciones de Navidad, y en vez de incorporarnos al trabajo, aparecimos en Solavieya, aunque nos resistimos, porque nos parecía una falta de profesionalidad... 
Solavieya

Solavieya es una casona  que vendieron los herederos de un indiano, magnífica, bien soleada...
Estaba sin acondicionar. Incluso recuerdo que tenía una barca hundida en el estanque. Por dentro lo que más me llamó la atención fue el vestíbulo de la planta baja. ¡Menudo salón de baile! Era, ¡es! una casa. Allí, sobre la mesa, había un folleto de dos hojas en el que leí:
Hay un algo santo, ¡divino! Escondido en las situaciones más comunes, que a cada uno de nosotros toca descubrir2.
El jardín, de estilo francés se escalonaba en varios parterres orientados al sur. La casa al medio día. Pista de tenis "con un desgaste honroso", y su puentecito romántico.

A la casa se entraba por una puerta de cristaleras emplomadas. A través de un arco de estilo árabe, se pasaba al arranque de escalera de madera negra tallada, con motivos florales en los pomos. Los peldaños bajos y anchos. En el tercer piso el cuarto de estar, con chimenea, y, el comedor.
En la Navidad de 1967, nos fuimos a pasar las vacaciones cada una a su casa. Yo me las pase haciendo unas amapolas grandes que me había enseñado la profesora de hogar de Peñaubiña. Mamá, al descorchar una botella de champán se guardó el corcho. Marga le preguntó por qué. Ella: ¡Ya sé yo!... Se había dado cuenta de que iban a ser las últimas navidades que pasaba en casa... ¡Ay las madres! Así fue.
Cuando al regresar a Oviedo Encarnita nos volvió a invitar a otro curso de Retiro, nos parecía poco profesional, -como dije-, después de tantos días de vacaciones, pero fuimos.
Durante el viaje se fijó en mi sortija, le gustó y me dijo:
-Yo también tenía una cruz de brillantes, pero la entregué para hacer vasos sagrados.
Me quedé de piedra.
Nos fuimos cada una a nuestro cuarto, dos habitaciones individuales que después de treinta años siguen igual. Me dí cuenta de que iba a ser lo mío.
La directora era Marisol Álvarez, de nuestra edad. Recuerdo que nos dió una charla sobre mortificación que duró una hora, y no nos cansaba. 
Creo que no hablamos, pero Marisol dice que se reía mucho con nosotras por lo del gato y tal. El Oratorio era tan bonito que me impresionó mucho. Me encargaron de poner y retirara los vasos sagrados, y yo no me atrevía ni a tocarlos.
También me impresionaron las doncellas que servían las mesas del comedor. Iban tan elegantes, (...) hasta con medias.
Después me explicaron y entendí que era natural, porque ese era su trabajo profesional.
Ese era trabajo que las haría buenas y fieles3, santas porque lo santificaban: Haciéndolo bien, -queriéndo hacerlo bien-, perfecto, ofreciéndoselo a Dios y santificándonos a nosotras que lo veíamos. A todo el que pasaba por allí, porque había tandas, y la casa no estaba nunca vacía.
A la mitad del curso de Retiro vino a verme Encarnita. Hablamos brevemente. Sólo recuerdo estas palabras:
-¿Tú quieres funcionar?
Y yo le dije sí.
Y ella entonces me dijo, no te hagas muchos propósitos; sólo este dirección espiritual. Y me explicó lo que era la dirección en un coche, para llegar a donde queremos llegar.
Al acabar el curso de Retiro, vino a mi cuarto Marisol, y me hice la interesante, ella, que qué tal, y yo que bien.
Unos días después me llamo Encarnita para pasarme a buscar. Le dije que de ninguna manera. Yo pasaría por su casa. Llegué. Solo me dijo dos cosas. Una: que las personas, -en la Obra-, eran como las piedras preciosas, se tallan una a una, para sacar de ellas el máximo brillo. Luego me hizo una pregunta:
-¿Tú por el Señor, estarías dispuesta a dejar de ir tan conjuntada?
Ese día yo iba con un abrigo de piel banca que habíamos comprado en Paris, en Lafallet, y todo lo demás en burdeos: Zapatos falda, jersey, medias bolso, guantes y paraguas.
Le dije que sí. Y supe que era para siempre. Así de sencillo...
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NOTAS:
1 (Salmo 39, 2-4) Martes de la 2ª Semana del Tiempo Ordinario
2Esas palabras me resonaron una y otra vez, primero en la cabeza, en la cabeza. Luego, en el corazón.
3La fórmula del reconocimiento que Dios nos hará:
-Ven, siervo bueno y fiel...

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