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jueves, 9 de agosto de 2012

¿El dinero? Nunca volvió a ser problema

Arriba, el segundo de la derecha, mi hermano Álvaro

Álvaro, -mi hermano pequeño-...
La cosa más rica que te puedas imaginar... Todos le quisimos tanto... En la foto, tiene 8 meses. Concentrado desgrana una rama de boj. Concentrado siempre. Y muy sensible aunque estuvo en La Legión.

Nació el 24 de septiembre de 1957; en marzo de 1963, tenía -por lo tanto-, tres años, montando “un colegio”, con mis planes, cambie los suyos, pero vamos por partes.

La cosa fue así.

Mi madre me organizaba la mañana limpiando la casa, haciendo mi habitación, pero acababa enseguida y me mandaba otra cosa.

Como vi que aquello no tenía futuro, pensé en organizarme de otra manera. Además pedí un día dinero a papá. Al día siguiente le volví a pedir, y me dijo:

-¿Pero bueno, que hiciste con lo que te dí ayer?

¡Ah, no! A eso no estaba dispuesta. Ni a racaneces, ni a dar explicaciones.

¿El dinero? Nunca volvió a ser problema. Jamás volví a pedir nada. Monte un colegio en casa. Al poco tiempo tenia cuarenta alumnos.

En 1966, ganaba algo más de 6.000 pesetas. Más, -desde luego-, que la primera nómina que me pagaron en Fomento cuando lo conocí en 1967, que fueron 5.000.

Empecé por enseñar el Catecismo al niño de Asun, compañera del Colegio de los Sagrados Corazones, y peluquera.

Aprovechaba a tomárselo cuando estaba en el secador, así las otras señoras se quedaban admiradas de que con tres años:

-“Dioz es nuestro Padre, que eztá en los cielos. Creador y Zeñor de todas las cosas, que premia a los buenos y castiga a los malos”.
-(...)
-“La señal del cristiano es la Zanta Cruz”.
-(...)-“Porque en Ella murió Jezucristo para “derrimir” a los hombres”.
-¡Bieeeén!
Le animaba desde dentro de aquel martirio, de zumbido en forma de huevo de elefante, donde tenía metida la cabeza.

Mi hermano Álvaro también tenía tres años, -como digo-, así que con dos alumnos y, una camilla empecé las clases: de 9 a 11, por la mañana, y de 3 a 5 por la tarde.

Igual que había hecho con nosotros Don Aurelio, desde siempre.

Con uniforme. Las niñas rosa. Los niños, de azul. De rayitas y, estilo ruso.

Pronto la mesa camilla se me quedó pequeña. Me instalé en el salón delantero.

Sindo, el carpintero me hizo tres mesas: largas y anchas, seis bancos; le quitó la capota al bureau de mamá, y con una silla: ¡La clase montada!

Después pusimos unos ganchos en los bancos, para que colgaran las carteras. ¡Ah! Y tenía un armario con las puertas de cristales. Así se veía el orden.

El método de lectura: “Dalmau”, foto-silábico para los medianos (cuatro y cinco años).

“El Parvulito” para los mayores (seis y siete años).


Los pequeños troceaban revistas.

Papá tenía toda la colección de Blanco y Negro encuadernada, Muy bonita, ¡sí señor! Usábamos el Paris Match y tal. Luego hacían collage. Lo pegaban con engrudo, por zonas que les señalaba. En fin de ese estilo.

Un día nos fuimos de excursión. Sin salir de la clase.
Monté un proyector. Puse unas diapositivas de Segovia. Los niños convirtieron las mesas y los bancos en un autobús de dos pisos.
Álvaro, con un volante de juguete era: El conductor.
En cada “parada”, ponía una diapositiva y, jugando a las azafatas:
-Señoras y señores, ante ustedes:
-“El Acueducto”.
Fue hecho por los romanos. No tiene cemento entre las piedras, ¡jamás se ha caído ninguna, en 1963 años! Muy cerca se come el “cochinillo”. No, no es un niño sucio. Es un cerdito recién nacido. El lugar:
-¡Casa Cándido! Contestaban a coro. Ya se lo sabían.

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