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sábado, 18 de agosto de 2012

Un sí oportuno...


¿Por qué me fui de casa de mis padres?
Hoy hace 20 años que vine a vivir con mi madre. De lo contrario, se hubiera muerto. Se hubiera dejado morir, sin dar la lata, sin que ninguno de nosotros tres nos hubíeramos dado cuenta. Tuve como una luz, y me vine. Después me enteré, lentamente, muy poco a poco, me fue contando..., que había días que no abría las persianas, y bebiendo agua, se volvía a la cama. Para no gastar... A mí, -cuando la llamaba-, me decía que tenía muchas amigas..., pero lo cierto es que cogía el teléfono al primer ring. Me vine. La encontré llena de miedos: a quedarse sin dinero, a ir al asilo. Vestía de negro. Se recuperó completamente. Hicimos viajes...
Hoy tenemos a Juli, -mi auxiliar de hogar-, todas las mañanas. Nos cuida... ¿Para qué voy a decir? ¡Nos hace de todo, limpia, cocina, va a los recados, nos corta el pelo, me ayuda a escanear fotos, me las hace..., controla nuestros medicamentos!... Nos quiere. Nos cuida.
Cuando escribo estas líneas han pasado en mi vida sesenta y tres años. Escribir la vida después del tiempo transcurrido es como ver una película; es como releer una novela. ¡Cómo va Dios preparando a las personas para que cumplan la misión que les va a encomendar en la fase de esta vida! En 1937 una tía mía escribe a mi padre que entonces está militarizado en plena guerra civil. Ésto es lo que le dice entre otras cosas:
(...)Te supongo enterado de nuestra ida a Hinojedo (por miedo a la aviación) y del resultado tan catastrófico, pues en el chalet que habitábamos cayó una bomba el día 22 de agosto, y créeme fue algo milagroso el que no nos pasara nada de 11 personas que estábamos reunidas en el hall de la casa.
Fíjate si fue cuestión de suerte o un milagro de la Virgen que el "niñuco" estaba dormido en el piso de arriba y se despertó; fuimos a buscarle y cuando bajábamos por la escalera cayó una bomba en la esquina de la casa, justamente donde dormía el niño.(...)
Ese niño, a quien por circunstancias no conocí hasta que vino a casarse con una compañera de colegio provocó sin saberlo un cambio rotundo y felíz en mi vida.
Debió de ser en febrero de 1966 cuando vino Roberto Pastrana a casarse con Mari Carmen Ochoa, con un grupo de amigos médicos de Puerta de Hierro de Madrid. Los acogimos en el estudio. No estábamos aburridas, pero con ellos también nos divertimos mucho y pensamos:
-¿Por qué no nos vamos a Madrid este invierno ?
Dicho y hecho empezamos a buscar piso. Lo encontramos en un anuncio del ABC. Si mal no recuerdo en Arguelles. Viviríamos todas juntas trabajando y quedándose una en casa para hacer las cosas. Buscamos trabajo. Marga y yo en colegios..., y ¡venga la risa! Marila, como modelo de trajes de baño, Rosy de representante de cepillos de dientes... Lo único que salió en serio fue lo de Marga y lo mío. Nos fuimos a Madrid a conocer a los “empresarios”. Cuando en pleno verano nos dijeron que había plaza en Oviedo, no en Madrid, nos fuimos a Oviedo. Allí, en febrero del curso 1967-68 me invitaron a un curso de retiro y un mes después pedí la admisión en el Opus Dei: Por eso digo que Roberto me ayudó a encontrar la horma de mi zapato. Casi todas las cosas en la vida dependen de un sí acertado, de un no oportuno. Yo tengo la sensación de haber tomado dos decisiones en mi vida. Una el 10 de febrero de 1968, cuando me fui de casa; otra el 13 de mayo de 1995, cuando volví para acompañar a mi madre. El resto..., pienso que ha sido la vida quien me ha ido llevando. El caso es que fue una suerte encontrar la horma de mi zapato, y seguir, en ella ¡tan a gusto!
Ésta es la historia.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Y mañana de cumplen 50 años de esta historia. Bodas de oro.
    50° con el amor de mi vida.
    Muchos no llegan, por eso ¡Gracias, gracias, gracias!

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