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jueves, 18 de octubre de 2012

Aquella pitillera era entonces el único Sagrario del Opus Dei



Por el camino, el Padre estuvo continuamente rezando en voz baja, sin nerviosismo alguno, pero con preocupación y pesar por los que había dejado en Madrid y en Valencia.



 Al oír las blasfemias que algunos viajeros pronunciaban continuamente, el Padre decidió consumir las Sagradas Formas.
No tuvo más remedio que hacerlo en el lavabo del vagón.



Alguna vez, en años posteriores, habló, siempre con el mismo dolor y con el mismo amor a Jesús Sacramento, de esta Comunión nocturna que se había quedado muy grabada en su memoria.

 



Soy testigo de lo que costó muchos años más tarde recuperar aquella polvera: Mucha oración, mucha mortificación. En el verano de un Madrid especialmente caluroso, muchas caminatas a las 4 de la tarde, hasta que María José Monterde entro a rezar en una iglesia donde estaba expuesto el Santísimo: ¡Y por fin encontraron la calle y el domicilio de la señora que la guardaba y naturalmente no la quería soltar!
Al final fue Don Álvaro el que tuvo que viajar desde Oviedo, y a él si se la dió. Era el comienzo de la oficina histórica que comenzamos al final de los años 70 con Marisa Merladet, Ana Sastre, Carmen... Hasta entonces poco sabíamos.

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