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miércoles, 3 de octubre de 2012

El Colegio de los Padres de los Sacrados Corazones


Del Colegio de los Padres, solo conocí la Capilla. Algunos domingos íbamos allí a Misa de una. Solíamos oírla desde el coro. Papá se concentraba tanto, (como tu padre, Patricia) que ya se nos podía caer: el duro (la limosna1); los mocos, pis, él nada, mirando al Sagrario y atento: Sabía que allí estaba Dios vivo.
En la Consagración todos los señores echaban al suelo el pañuelo blanco de nariz, y se arrodillaban sobre él, (con una sola rodilla, la derecha) para no mancharse. Hay que tener en cuenta nuestro clima, no es que los Padres fueran sucios. Y también, que entonces, se llevaba ir como un pincel, arreglados, limpios y elegantes, bien perfumados y peinados. Nos bañaban todos los días.
De todas maneras en nuestro Colegio estaba todo mucho más cuidado. Vestían ellas un hábito crema de lanilla, muy elegante. Las Madres para salir, se lo ponían negro. Y siempre lo hacían acompañándose una a otra.
En 1926 a papá le llevaron interno al Colegio de San Vicente de Paúl, de Limpias. Donde el famoso Cristo. Y los no menos famosos picatostes2. Sí, ya sé que salto de una cosa a otra. Esto es una carta, y se hace así. Si me pongo a pensar: que le sobran adjetivos, que la construcción sintáctica, que los adverbios, que tal y cual... Mi plan no es sistemático, sino existencial.

A finales del siglo XVIII, Diego de la Piera Secadura mandó este Cristo desde Cádiz con las otras esculturas del retablo. Llamó rápidamente la atención por su excelente factura, de un conmovedor realismo.
El 30 de marzo de 1919, al valor estético se añadió la aureola de un milagro. Aquel día, el sacerdote Don Antonio López, profesor del Colegio de San Vicente de Paúl, atestiguó que, mientras lo limpiaba, cerró los ojos en varias ocasiones. En poco tiempo casi 8.000 personas habían atestiguado que la figura de madera policromada sudaba sangre, lloraba y movía los ojos, y varios médicos le atribuían decenas de sanaciones espontáneas.
De allí trajeron a papá a los doce años, tras preguntarle si sería capaz de llevar las cuentas de la tienda. Y lo hizo desde entonces...
Los Padres de los Sagrados Corazones venían a comer a casa, a tomar café. Recuerdo al Padre Ignacio, al Padre Adolfo, al Padre Recaredo Ventosa, que fue confesor de San Josemaría Escrivá de Balaguer durante la Guerra Civil, mientras los dos estaban refugiados en la Legación de Honduras. Esto acabo de saberlo al leer la Edición Crítica de Camino413, de Don Pedro Rodríguez.
Al padre Luís. En una estampa de aquellos años, le escribió a mamá:
Loly: Si en la vida todo fueran alegrías, ¡qué poco ofreceríamos a Dios! Es precisamente en las contradicciones, donde debemos bendecirle.
Con mucho con mucho cariño
P. Luís
No pone fecha el Padre Luís. Encabezan las abreviaturas: V.C.J.S.: Viva el Corazón de Jesús Sacramentado.
Entonces no se tenía vergüenza para hablar de Dios. Ahora sí. ¡Parece que sólo lo hacen con naturalidad en las telenovelas sudamericanas!
Y, por supuesto al anciano Padre Tomás, que nos atendía a nosotras.
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1 A propósito de la limosna, hay que ser generosos. Don Ramón dice:
-No conozco a nadie que se haya arruinado por dar limosna.
Y San Ambrosio:
-“Extiende tu mano muchas veces favoreciendo a tu prójimo; defiende de cualquier injuria a quien veas sufrir bajo el peso de la calumnia, extiende también tu mano al pobre que te pide; extiéndela al Señor por tus pecados”.
2 Rebanadilla de pan tostada con mantequilla o frita. Acompañados de chocolate a la francesa.
3 Le llamaban así por un abrigo ingles que tuvo, -me cuenta su hermana Blanca-.
4 Editorial: RIALP, S.A. “CAMINO”. Edición crítico-histórica Colección Josemaría Escrivá de Balaguer. Obras completas: I/1.

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