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lunes, 23 de julio de 2012

Puesta de largo: A ninguna de mis amigas le montaron este numerito

Hace precisamente hoy cuarenta y cuatro años me pusieron de largo.
Hace cuarenta y cuatro años hoy, tenía un tirón en el cuello que no veas...
Hace cuarenta y cuatro años hoy lloré amargamente en el desván...

Con mi padre, en casa

El ocho de junio de 1963 mi padre quiso hacer una fiesta en el jardín para ponerme de largo.
A ninguna de mis amigas le montaron este numerito, bueno, excepto a Peté.
Ninguna de mis amigas lo hizo así. Una prefirió un coche, otra un traje ideal todo de pedrería... Y fueron asistiendo al Tenis, al Casino de Solvay..., etc.
Me hizo el traje Marina Oceja. En Santander. De jardín; en raso de algodón, exclusivo de Pedro Rodríguez, con tirantes y una especie de torerita que se abrochaba por detrás, que es donde siempre me ponían el escote. El fondo era blanco, con una especie de lágrimas alargadas en degradé, del fucsia, al palo rosa. Los zapatos y los guantes de seda fucsia. Fue la primera vez que me probaron una “gasilla”.
Marina me regaló además otro traje de noche largo y estrecho, de lamé de nácar, de estilo japonés, blanco, abierto por los lados hasta la rodilla, con el largo chal de la misma tela. Me gustó mucho.

Aquí estoy con mamá, -el día que me presentó Marina a Daniel-, en casa.

También me hizo un conjunto de vestido y, abrigo de gasa en hilo de oro amarillo. De media gala, porque era largo chanel. El que he llevado siempre.
No. No tengo las piernas torcidas, pero la tía Juany decía que es el más elegante. Y ¡es verdad!

Las rodillas y su antípoda, la corva es lo más feo que solemos tener las chicas.

Mis amigos se reunieron para comprarme un broche de oro y perlas redondo, que perdí enseguida. Lo llevaba en la solapa de un traje de chaqueta marrón, la colgué en la butaca de delante en el cine... No debí de abrochármelo bien. Y flores, flores, flores, me llenaron la casa de flores.
Carmen me regaló una concha. La abrí: Dentro, con agua, había una perla natural.
En medio de la fiesta papá me hizo coger el micrófono, y pedir para Caritas, ya que lo estábamos pasando tan bien. Lo pedí y lo bajamos inmediatamente. Tan inmediatamente no sería. Era de madrugada.
De todas maneras, yo por la mañana estuve llorando en el desván. Bueno, en el cuarto de María. Entonces no sabía porque. Pero me pasaba muchas veces al venir de una fiesta. Como que no era feliz. Me miraba “teatralmente” en el espejo:
-¿Y... qué?
Pero mi padre tenía verdadera ilusión.
Dijo:
-Ésto lo hago con gusto. La boda no lo sé.
No tenía muy buena experiencia de las bodas de mis tías..., ni le gustaban las bodas, -a mí tampoco, ya lo conté-, no las bodas en sí mismas, lo que significan y tal..., las bodas en el sentido más superficial de la palabra.
En fin...
Mandó mi padre hacer una pista de baile, donde antes junto a la Huerta de guisantes había plantado “Reygrás” césped ingles, para jugar al fútbol.
Colocó veladores alrededor, con sombrillas y faroles. Faroles de cuadra.
Se adornaron todos los árboles de la huerta con bombillas de colores.
Aquí el relente te estropeaba todos los pelos, -por eso lo de los veladores-, y las fiestas. Se podía combatir bebiendo.
Solíamos beber champagne.
Cuando estábamos solos cuba-libre.
O vino.
Mi hermano Ignacio-Pedro fue el único que asistió sin esmoquin.
Tenía diez y seis años.
Y hubo barra libre toda la noche.
Nadie se emborrachó.
Porque para beber, hay que comer.
Y también saber.
Y allí todos eran muy educados.
A las ocho de la mañana entró un carromato enorme de esos de las Ferias, para darnos de desayunar chocolate con churros.
Del aparcamiento se encargó la Guardia Civil y, lo hicieron fuera.
La cena también la trajeron de no sé donde.
Papá lo pasó fenomenal. Un poco antes de desayunar le dejé cantando:
-“Que un viejo amor, ni se olvida ni se deja, que un viejo amor, de nuestra alma si se aleja, pero nunca dice adiós”...
Y aquella otra:
-“Arbolito chiquito chiquito chiquito arbolito, oye mi canción”... Y, el famoso tango:
-“Caminito que entonces estabas cubierto de flores y frutos en flor”…,
Nosotros nos fuimos a la playa.
La madre de Julito Acha nos decía que le vigilásemos, a ver si haciendo la plancha, se iba a quedar dormido, y se ahogaba.
Era el más pequeño.
Y sólo queda él de su familia, le volví a ver hace tres ó cuatro años, cuando nombraron a Siro: “Torrelaveguense del año”.
Una madrugada, quisimos ir a Misa antes de cambiarnos, y marcharnos a la playa.
Nos fuimos al Colegio de los Padres.
Javier Acha se metió en un confesionario y se durmió.
Al rato vino una señora a confesarse.
- Ave Mª Purísima:
Salió... ¡cómo el pájaro loco!
Los demás, ¡venga a reirnos...!
No me gustaba llegar tarde al Casino para las fiestas de noche.
Quedábamos en casa de Toyi Salmones a tomar una copa.
Su madre decía que no era de buen tono entrar solas.
Así que, -como iba diciendo-, mi padre encargó a los carpinteros una mesa larga para cien personas.
Quería que la cena fuera de pie porque si te sientas, ya no puedes hablar con todo el mundo y, todos éramos amigos, los míos y los suyos.

Trajo una orquesta.
Puso barra libre, y nos advirtió que no mezcláramos las bebidas.
Sólo a Mariano le sentó algo mal, y Cholo le puso una inyección de Coramina.
Todo el mundo iba muy bien vestido. De traje de noche las chicas, de esmoquin los chicos.
¡Mira que están guapos de esmoquin...!
Álvaro también, pues mamá le había colocado el de Ignacio el día que hice la Primera Comunión, pero sin puntillas.

1 comentario:

  1. Hoy, 23 de julio de 2012 son 49 los años que pasaron desde que ésto ocurrió... ¡Tempus fugit!
    Blu

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