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viernes, 27 de julio de 2012

En el colegio: Bendición solemne con el Santísimo



En los Sagrados Corazones, todos los días teníamos bendición solemne con el Santísimo2 . La Capilla era preciosa, con dos filas de bancos, y en medio un pasillo de madera brillante, brillante, y colocada en diagonal. Daban la cera con una especie de pastilla amarrada al final de un palo. Cera virgen, hoy la he visto en una tienda.
Las Madres miraban a las niñas; de costado, casi de espaldas al altar, mientras rezábamos.
A mí el banco de la primera fila me llegaba por la nariz, pero sabíamos seguir la Misa en latín con un misal bilingüe3.
Como mamá no tira nada, no rompe nada y es tan cuidadosa, aún lo tengo en su casa. Es de piel de Rusia verde con mi nombre abajo, a la derecha, en letras doradas. El canto dorado, el papel Biblia.
El día de mi Primera Comunión, añadí a éste el Kempis. Era precioso y chiquitín, pero no lo comprendía. Bueno algo entendí:
-“Es fácil seguir al Señor hasta la Cena…, pero, ¿hasta la Resurrección?”
Nos sabíamos la Misa de memoria, desde: “Ad Deum qui laetificat iuventutem meam”… Al Dios que llena de alegría mi juventud. Hasta el: “Ite, Missa est”. Iros, la Misa ha terminado.

La adoración perpetúa

Siempre estaba el Santísimo Expuesto4, y dos Madres le hacían la Adoración, de rodillas con la cara entre las manos, y un largo manto rojo, rezaban. Esta escena la he tenido grabada toda mi vida, de una manera añorante y hasta determinante, -diría-. Cada hora o así, venían otras dos, y se turnaban, para no dejarle nunca sólo.
Salían al tiempo, haciendo la genuflexión con las dos rodillas, y la cabeza mirando al suelo. Encima del gorrito que se llamaba la toca, llevaban un velo de color crema como el hábito, pero más trasparente, y el manto rojo, que sólo era para eso.
La toca de la superiora era distinta, acababa con la forma de un flan pequeño.
Cuando nos la encontrábamos debíamos hacerle la Reverencia, que es cogerse la falda del uniforme con las dos manos, y echar un pié hacia atrás, sin arrastrarlo bajando la cabeza.
De las Bendiciones, con velo blanco de organdí, largo hasta los tobillos, y guantes también blancos, los días de fiesta, recuerdo las nubes de incienso que el monaguillo dejaba a derecha e izquierda del movimiento del cacharrito del incienso, (el incensario). Y las ganas de ir al gabinet.
Los monaguillos solían ser Rodolfo Pascual y Álvarito Sáiz Uría.
La Custodia parecía un sol, lleno de rayos, alrededor del Viril5.
El retablo era de pan de oro. De estilo Gótico. Separado de la pared por detrás. Por una escalerita, el Padre Tomás subía la Custodia.
El anciano Padre Tomás lo hacía todo muy recogido6, y sin darnos cuenta, le imitábamos.
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Notas
1 ¿Quién es el Santísimo?, -preguntó José-Carlos en la Mili-.
¡El Santísimo es el Papa, pero tú tranquilo que no lo vas a ver nunca!
Y su padre le había mandado para que ¡se hiciera un hombre en el Ejército!
3 Misal cotidiano del P. Alfonso Mª Gubianas. Monje de Monserrat. Editorial Litúrgica Española, S.A. Avenida de José Antonio. 581. Barcelona 1941. Aunque el mejor de todos fue “Mi Misalito”, tengo imágenes de todo: De los Mandamientos, cómo un puente, que se iba rompiendo y cayendo al agua... Cada arco era un mandamiento. En el 1º: pocos, en el 6º muchísimos... De la Santa Misa: Todos presentes, la Virgen, los Ángeles, todos los santos...
4 La Congregación fue fundada para adoración perpetua, en desagravio al Señor.
5 Donde se coloca la Sagrada Forma.
6 Quiere decir: Muy concentrado. Sabiendo que no era él el protagonista, sino Jesús. Que él, sólo le estaba prestando a Dios sus piernas sus brazos, su voz. Porque el sacerdote celebra “in persona Christi”.
Ahora que lo pienso, es que nosotras fuimos educadas por personas que tenían fe: Padres, monjas, profesores, capellanes..., ¡Tenían fe!, y no puedo escribir por qué lo digo, sería dejar mal a alguien, y está demasiado cerca del tiempo.

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