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sábado, 21 de julio de 2012

Dios me besó en la frente, y me dejó una estrella



El día que llegué al mundo, Dios me besó en la frente, y me dejó una estrella1. Creó para mí un Ángel, único, para que me cuidara en la tierra, y me guiara, hacia el Cielo. Esto, lo hace con todos los niños.
Me regaló un tamaño de muñeca2, y un montón de potencialidades. Me hizo observadora natural. Cuidadosa. Ordenada. Claro que como dice mamá cuando ve a alguien con el pelo sucio, por ejemplo: ¡¡¡Cómo tendrá lo que no se ve!!!

Después de un embarazo primerizo y valiente nací en casa el 30-III-44. A las 13,00 horas. En la calle Julián Ceballos. Negra: se puede ver en la foto que tengo en la colección, -no de estudio- con las Irastorza, que venían de Madrid a pasar el verano, linda, -eso dicen los que lo vieron- vivísima, mal comedora, y queridísima por todos.

Me bautizaron al día siguiente con agua recién bendecida del Jueves Santo. No sé por qué, pues se bautiza con agua natural. Mis padrinos fueron la abuela Visi y tío Pepe. Y me pusieron este nombre, tal ideal, para ser santa, porque con éste no hay ninguna.

La idea la tuvo Pilar Quevedo Hormaechea hija de Leopoldo, el padrino de papá. Había leído una novela, y, quería ese nombre para sus hijas, pero cada vez que le bautizaban una, le ponían Pilar..., etc. Y ella se lo dijo a Puruchi ¡Y me lo pusieron!

Me ha venido fenomenal para no usar apellido. Pero desde siempre tuve que dar explicaciones:

-¿Y cómo siendo tan negrita te llamas Blancamelia?
-¡Es que dice mi mamá, que se llevan los contrastes!

Anduve a los 9 meses, gracias a Clarita la niñera, que no me dejaba ni a sol ni a sombra. Mi sobrino Álvaro también anduvo a los nueve meses. Bueno, andar es un decir. Corrió. En 1987 tuvimos que llevarlo atado con una correa, porque volaba.

Una tarde merendando en Aliba3, una señora le dijo:
-¿Tal mal te portaste, para que te lleven atado como a un perruco?

Aprendí a hacer la señal del cristiano con un año. La Santa Cruz. Mamá me enseñó a rezar. “Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan”. “Jesusito de mi vida, eres niño cómo yo, por eso te quiero tanto, que te doy mi corazón”. “Y Ángel de mi guarda, dulce compañía no me dejes sola ni de noche ni de día no me desampares4, que me moriría. Si me dejas sola: ¿qué será de mí? Ángel de mi guarda ruega a Dios por mí”.
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1Apocalípsis, 2-28.
2 Talla 36, lo mínimo que hay en el mercado. Una cosa así como entre Edit Piaf, y Rita Pavone.
3Antigua y tradicional chocolatería en Santander.
4Don Jorge, un saladísimo sacerdote vasco que estuvo en Guadalaviar, contaba que de pequeño tenía muchísima devoción cuando rezaba esta oración, -del miedo que le daban los “ampares”… ¡Cómo no sabía lo que eran…! No me desampares…
Me da mucha pena hoy que releeo esto saber que don Jorge ha muerto, ¡jovencísimo! ¡O, mucha alegría!

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